«¿CUÁL ES EL MANDAMIENTO PRINCIPAL DE LA LEY?»
Mt. 22. 34-40
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que había hecho callar a los
saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le
preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de
la ley?». Él le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y
primero.
El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y
los Profetas».
Otras
Lecturas: Éxodo 22,20-26; Salmo 17; 1Tesalonicenses 1, 5c-10
LECTIO:
En una religión de ritos, de ceremonias,
de leyes y normas, como era la judía, el Señor nos coloca de lleno en aquello
que es fundamental, central y vital en su seguimiento, aquello que debe
identificar y caracterizar a los que lo siguen y así buscan hacer vida su
proyecto de amor.
Él sintetiza toda la Escritura en el
mandamiento del amor a Dios y el amor al prójimo, dos actitudes que engloban todo el hecho de fe, donde el amor a Dios se
expresa en el amor al prójimo y el amor al prójimo es manifestación y expresión
del hecho de creer y amar a Dios.
El
mandamiento del amor es camino de realización, de plenitud. Pues ahí nos hace ver el
camino para encontrar el sentido pleno de nuestra existencia. Por eso, este mandamiento siendo estilo de vida, es
medio de plenitud.
Profundicemos este pasaje que nos debe
cuestionar y a su vez nos debe ayudar a mirarnos a través de esto, para ver
hasta qué punto nuestra vida es expresión y manifestación de este mandamiento.
MEDITATIO:
Primero Jesús nos habla de un horizonte
hacia lo alto. “Amarás al Señor tu Dios…” Es verdad que hay muchas
responsabilidades, necesidades y problemas en nuestra vida. A veces demasiados,
y a veces como si nos estiraran en todas las direcciones… Sin embargo, en medio
de ese aparente desorden, existe un punto firme, central, que pone en la
proporción todo lo demás: «…con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu
mente.» (Papa Francisco)
En segundo lugar, tenemos el horizonte
alrededor de nosotros, con todos aquellos hombres y mujeres que encontramos a
nuestro lado. Cristo nos invita a amarlo también en nuestros hermanos y hermanas,
buscando el bien de ellos como si fuera nuestro propio bien. ¿Amamos más nuestro interés, o la necesidad del otro? «Amarás a tu
prójimo como a ti mismo…» (Papa Francisco)
El que ama de verdad siente la alegría del
otro como propia, se entristece por la tristeza de su hermano. Al igual que
Jesús, que construyó el Reino de los cielos amando a su Padre sobre todas las
cosas y amándonos hasta el extremo, dándose totalmente a nuestra salvación. (Papa Francisco)
Ser cristianos no significa principalmente
pertenecer a una cierta cultura o adherir a una cierta doctrina, sino más bien
vincular la propia vida, en cada uno de sus aspectos, a la persona de Jesús y,
a través de Él, al Padre. (Papa Francisco)
ORATIO:
Señor, te bendecimos
porque nos muestras el sendero de la vida con el mandamiento del amor cuya práctica
nos acerca cada vez más a ti y nos conforma mejor con Jesucristo, tu amadísimo
Hijo.
Señor, danos tu mismo
corazón
para amar como Tú lo has
hecho,
amando sin condición,
amando totalmente,
amando
desinteresadamente.
Te pedimos que nos concedas la gracia de
tu Espíritu para que podamos servirte fielmente amando a nuestros hermanos.
CONTEMPLATIO:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…”
A la luz de las palabras de Jesús, el amor es la medida de la fe, y la fe es
el alma del amor. Ya no podemos separar la vida religiosa, la vida de
piedad del servicio a los hermanos, a aquellos hermanos concretos que
encontramos. No podemos ya dividir la oración, el encuentro con Dios en los
Sacramentos, de la escucha del otro, de la proximidad a su vida, especialmente
a sus heridas. Recordad esto: el amor es la medida de la fe. ¿Cuánto amas tú? Y
cada uno se da la respuesta. ¿Cómo es tu fe? Mi fe es como yo amo. Y la fe es
el alma del amor. (Papa Francisco)
“… y a tu prójimo como a ti mismo”.
Cuando algo está a mi alcance, ¿doy todo para
ayudar a los otros?, ¿me esfuerzo por actualizar en mi vida el amor de Dios con
los que me rodean?, ¿soy presencia de Dios para los que tengo a mi lado?
Mi amor hacia el otro, ¿es sincero y auténtico, hasta sacrificar lo propio
para ayudarle, sabiendo que dando se recibe y que el dar es un acto de
confianza en el Señor, porque Él da al que es generoso? En una palabra, ¿de qué
manera vivo el mandamiento del amor al prójimo?
■… La más cierta Señal que
- a mi parecer - hay de si guardamos estas dos cosas es guardando bien la del
amor del prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber (aunque hay
indicios grandes para entender que lo amamos), mas el amor del prójimo, sí. Y
estad ciertas que mientras más en este os viereis aprovechadas, más lo estáis
en el amor de Dios; porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene que en
pago del que tenemos al prójimo hará que crezca el que tenemos a Su Majestad
por mil maneras; en esto yo no puedo dudar (Teresa de Jesús).