RIQUEZAS DE LA LITURGIA
Ave Regina coelorum:
antífona mariana cuaresmal
■ EL TEXTO ■
La antífona mariana cuaresmal es la menos
conocida por el pueblo de Dios. Se sugiere
a menudo que Herman Contractus (+
1054) fue su autor, ya que escribió varias antífonas
marianas en esa época. Esta antífona se canta desde el 2 de febrero, fiesta de
la Purificación de la Virgen, hasta el Miércoles Santo. En ella aparece María
en todo su esplendor, dignidad y hermosura. Ella recorre el camino con
nosotros, incluso en medio del dolor más profundo, al tiempo que comparte el
destino glorioso de su Hijo. La antífona invita a orar con María a Jesucristo,
redentor y dador de vida.
Los
dos apelativos de María como Reina
de los cielos y Señora de los ángeles evocan el primitivo uso
de esta antífona en la fiesta de la Asunción (15
de agosto). De ahí su matiz escatológico: María recuerda al
pueblo de Dios su condición celeste (2
Cor 5,1ss; Flp 3,20; Heb 13,14) y su supremacía sobre los
mismos ángeles («Señora de los ángeles») en virtud de la Sangre de Cristo, pues
san Pablo nos enseñó que deberemos juzgarlos (1
Cor 6,1). «Salve,
raíz, salve, puerta por la que ha venido al mundo la luz».
La
antífona nos recuerda a la ya comentada con ocasión del Adviento: «Tú, ante la admiración de la
naturaleza, engendraste a tu santo Creador».
La antífona Ave Reina coelorum, como la de Adviento Alma Redemptoris Mater, fue
también empleada en la fiesta de la Asunción, en donde la ubica claramente el
término latino vale, cuya traducción, «salve,
hermosa doncella»,
pierde el matiz de despedida del vale: adiós. A la Virgen que asciende le
gritamos: «Adiós, toda
hermosa, y ruega a Cristo por nosotros»
María es contemplada desde la perspectiva
celestial de la belleza: Reina del cielo, Señora de los ángeles, Virgen
gloriosa y la más bella entre todas. La existencia histórica casi no tiene
referencia: se llama a María raíz y puerta por la que ha nacido la Luz para el
mundo. Su belleza suscita en los creyentes admiración y deseos de alabarla: ¡Ave, Salve, Gaude, Vale!
La dimensión suplicante de la antífona la encontramos en el último verso: «Ruega
a Cristo por nosotros».
Pablo Cervera
Barranco - Director
de MAGNIFICAT
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