TIEMPO LITÚRGICO

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viernes, 18 de septiembre de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 20 DE SEPTIEMBRE, 25º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

« QUIÉN QUIERA SER PRIMERO, SEA EL ÚLTIMO»

Mc. 9,30-37
                       En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará». Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
       Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
       Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

 Otras Lecturas: Sabiduría 2,12. 17-20; Salmo 53; Santiago 3, 16-4,3

LECTIO:
¿Quién es el más importante de todos?...
     Los discípulos no se daban cuenta que seguir a Jesús implicaba identificarse con Él, asumiendo su estilo de vida, viviendo con sus actitudes y su manera de ser y de actuar.
       La actitud de los discípulos en este pasaje nos hace tomar conciencia de que eran iguales a nosotros, con sus debilidades y carencias, sus virtudes y talentos, sus anhelos y búsquedas.
        Las ganas de sobresalir y de ser valorado forma parte de nuestra realidad, es constitutivo de nuestro ser. Por eso,  Jesús nos deja la novedad de sus enseñanzas, que son el reflejo de su manera de ser y de actuar, y nos remonta al corazón de Dios: «Quien quiera ser primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
       Esto es lo específico de la vida cristiana: amar y servir. Es lo que caracterizó la vida de Jesús y es la  propuesta que nos hace a cada uno de nosotros.
       Junto a esta novedad en la manera de ser y de vivir, el Señor coloca otra la dimensión del servicio. Nos dice que la acogida que se haga a un niño equivale a recibirlo a Él y el recibir a Él es recibir al Padre, que lo envío.
       En nuestra vida de seguimiento a Jesús el servicio no se agota en el bien que uno puede hacer al otro, sino que, tiene su trascendencia, porque el Señor se identifica con aquel a quién se le brinda la ayuda, y es Él el destinatario y el impulsor de la iniciativa.
       Busquemos adentrarnos y profundizar el sentido de este texto que nos puede ayudar a vivir de manera más consciente y viva nuestra fe y a ser presencia de Dios para los demás por nuestra  forma de ser y de actuar, de relacionarnos y de vivir en perspectiva de Dios.

   MEDITATIO:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará»

     En este anuncio de la pasión el evangelista se fija en la entrega de Jesús a la voluntad del Padre. La palabra entrega esconde la actitud radical de Jesús: hombre disponible, obediente, en sintonía con la voluntad del Padre. La cruz fue consecuencia de la actitud radical de Jesús: descubrir el verdadero ser de Dios como Padre y de los hombres como hermanos.
Uniéndote a la entrega de Jesús interioriza este pensamiento de Santa Teresa: “Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?”
Los doce ambicionan el puesto más elevado. Cada uno quiere estar por encima de los demás. Pero Jesús se sitúa en otra perspectiva: la de la cercanía a Él mismo. El primer puesto en la comunidad lo ocupa el que se haga el último y el servidor, el que se identifique con Jesús.
¿Te dejas interpelar por Jesús como los discípulos? ¿Sirves a los demás por entrega o para ser visto?
Si no asumimos el amor por la humildad, el servicio desinteresado y la caridad en el trato con los demás, no podemos entender a Jesús. ¿Sigues pensando como la sociedad que te rodea? ¿Te dejas seducir por los modelos de vida que nos presentan los medios de comunicación?

ORATIO:
     Tú sales al encuentro de esta prepotente necesidad de sobresalir y me propones ponerla al servicio del amor, haciéndome el último de todos, el siervo de todos, el más pacífico, el más dócil, el más misericordioso, acogedor con todos...

Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día,
también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.

     Pidamos a Dios que nos de unos ojos, para ver todo desde la fe. Unos ojos como los de un niño, confiado.
     Envía tu Espíritu de sabiduría, para que haga de mi vida una obra de paz.

CONTEMPLATIO:
«Quien quiera ser primero, que sea el último de todos y el servidor de todos»

     En el grupo que sigue a Jesús, el que quiera sobresalir y ser más que los demás, se ha de poner el último, detrás de todos; así podrá ver qué necesitan y podrá ser servidor de todos. Sólo así podremos captar que necesitan los hermanos.
La verdadera grandeza consiste en servir. Para Jesús, el primero es el que vive sirviendo y ayudando a los demás, esas personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino.

“El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí”

     Quien acoge a un “pequeño” está acogiendo al más “Grande”, a Jesús, y quien acoge a Jesús está acogiendo al Padre que lo ha enviado. El camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos.

1 comentario:

  1. El texto evangélico que este domingo vamos a escuchar siempre me ha parecido impresionante por esa especie de doble escenario en el que Marcos presenta la subida de Jesús a Jerusalén. La narración del evangelista nos ha ido dando suficientes datos de palabras y de hechos de Jesús, como para imaginarnos el bienestar que suponía para aquellos primeros discípulos el hecho de pertenecer a esa compañía incipiente del Maestro.
    Sus ojos, acostumbrados a la rutina cotidiana de una vida vulgar transcurrida entre los afanes de un pueblo pequeño y las fatigas del bregar de redes, se había visto sorprendida por este Jesús que habla bien, que hace el bien, que está en la boca de todos y en la necesidad de tantos... Y nada menos que ellos, han sido llamados personalmente por su nombre para acompañar a tan insigne Personaje. Estaban de enhorabuena.
    Pero no acaban de entender el viaje de fondo de su Maestro. Digamos que disfrutan en cada estación, se envalentonan en cada parada del camino, justamente cuando el Maestro habla, cuando cura, cuando hace milagros. Pero la parada termina, y el camino continúa, y ¿a dónde vamos ahora cuando aquí hay “tajo”? Entonces va Jesús y les vuelve a decir delicadamente: “el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará” (Mc 9,31). La reacción que provocaba en ellos estas graves palabras, queda magistralmente dibujada en el breve apunte de Marcos: “ellos no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle” (Mc 9,32).
    Al llegar a Cafarnaún, Jesús les hará una curiosa pregunta: por el camino veníais un poco alterados, ¿de qué discutíais? Pero ellos, extrañamente, no quisieron contestar, como quien lleno de sonrojo ha sido sorprendido en una torpeza demasiado mezquina. Y quedaron efectivamente mudos... de vergüenza, pues no venían comentado las palabras de su Maestro, sino que por el contrario se habían estado repartiendo su pretensión: cuál de ellos era el más importante.
    Humanamente hablando, era una situación desalentadora para Jesús: Él anunciando su muerte, su entrega suprema por un supremo amor, y ellos repartiéndose la cartera, el gobierno, la canonjía, la prebenda, la túnica sagrada. Jesús adoptará una actitud comprensiva llena de misericordia, y les explicará en qué consiste la “importancia” a la que ellos deben deben aspirar: ¿veis un niño? pues así vosotros. No vayáis de “trepa” por la vida, sed sencillos, acogedores, sed pequeños. Sólo a ellos se les revela el verdadero sentido de la vida, los secretos del Reino de Dios, sólo ellos son los verdaderamente grandes.
    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo

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