TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 27 de junio de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 28 DE JUNIO, 13º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

« A TI TE DIGO  LEVÁNTATE»
Mc. 5. 21-24.35-43
            Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva». Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba…
       Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?». Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe». No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida».  Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: Talitha qumi (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Otras Lecturas: Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24; Salmo 29; 2Corintios 8,7.9.13-15


LECTIO:
               
                Los milagros de Jesús son actos que buscan, según cada caso: despertar, fortalecer y hacer crecer la fe. Las personas destinatarias de estas acciones de Jesús son personas de fe, personas que han puesto su confianza en Dios.
       El verdadero milagro que este evangelio nos quiere enseñar es que tenemos que poner, colocar, depositar toda nuestra confianza en Dios.       
       Es importante que nos fijemos en los dos personajes principales: Jairo y la mujer que padecía una grave enfermedad. Ambos dan muestras de fe auténtica. Jairo al ver a Jesús se echó a sus pies para presentarle su súplica: que se acercara a curar a su hija.
       La mujer enferma, cuando quiere confesar que ha sido ella la que ha tocado el manto de Jesús, también realiza el mismo gesto: se echó a sus pies.
       Este gesto es mucho más que un gesto físico. Cuando uno se arrodilla ante alguien, pone absolutamente toda su confianza en esa persona. Es un gesto que demuestra el total abandono de la propia persona ante la otra.
       Jairo y la mujer enferma nos enseñan que solamente ante Dios podemos abandonarnos de esta manera, depositando nuestra confianza en Él.
       Fijémonos ahora en Jesús. Él decidió cambiar su camino y acudir hasta la casa de Jairo, este padre con una fe sincera, le ha conmovido. Jesús toma la palabra para que la fe de Jairo no se venga abajo. Confía Jairo, si tienes fe, si confías en el poder de Dios encontraras el consuelo necesario. Jairo habiendo recibido el aliento de Jesús le conducirá hasta la cama de su hija, allí Jesús rescatará a su hija de la muerte…
                         
MEDITATIO:
      Sin pretensiones, sin querer determinar la acción de Dios, presentémonos ante Él simplemente con una fe sincera. Abriéndole nuestro corazón, diciéndole lo que necesitamos. Él hará el resto.  
¿Qué podemos hacer para que nuestra fe crezca, aumente y se fortifique? ¿Qué hacer para tener una actitud de total disponibilidad y apertura ante Dios? ¿Cómo experimentar la presencia viva de Jesús en la Palabra, en la Eucaristía, en la oración…? ¿Cómo experimentarlo en cada momento de nuestra vida?
¿Qué hacemos para demostrar confianza en el Señor? ¿Qué hacemos para que otros confíen y crean en Él?
     ¡Cuántas cosas tienes que sanar en nuestras vidas, Señor! ¡Cuántas cosas tenemos que dejar que purifiques! ¡Cuántas cosas hay en nuestra vida que nos quitan la paz y nos hacen arrastrar ingratitudes, penas, dolores…!
                                                                                                                                                                
ORATIO:
     Jesús, Tú que vienes a devolver la dignidad a cada persona, destruida con frecuencia por nuestras limitaciones, abusos y pecados. Haz que colabore siempre con ese poder tuyo que nos regalas, para que viva más plenamente como hijo de nuestro Padre, según la medida de tu grandeza.

Ven, Señor, a mi vida. Sáname,
dame un corazón sensible a tu presencia
y aumenta la necesidad de seguir  buscándote.

   Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.


CONTEMPLATIO:
“…tu fe te ha salvado”.

     El mensaje de Jesús habla de amor. Su persona irradia fuerza curadora. La mujer busca su propio camino para encontrarse con Jesús. Actuará calladamente. Le tocará sólo el manto… no importa nada. Para sentirse limpia basta esa confianza grande en Jesús.
     Marcos nos describe en su relato dos reacciones muy diferentes ante la petición de Jairo. La de sus criados que le invitan a la resignación y la de Jesús que le invita a la confianza total. Creer, confiar en el Dios del evangelio conduce a vivir evangélicamente. Creer, confiar en un Dios Amor es disponerse a amar responsablemente.

«No temas; basta que tengas fe».

Santa Teresa, mujer de fe, confianza y experiencia de  Dios nos dice:
 Confianza y fe viva 
mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza.

1 comentario:

  1. La Palabra de Dios de este domingo comienza haciendo una proclama a favor de la vida, diciendo que el Creador ama a su criatura, que no quiere que perezca ni se malogre en ningún sentido (Sab 1,13-15). El hombre de todos los tiempos podrá decir que en esto coinciden tanto el designio de Dios como el corazón humano: ni Creador ni criatura quieren la muerte.
    Pero es demasiado evidente la crónica negra que a diario pinta de luto oscuro la realidad de los vivientes. La muerte de tantos modos. Sin embargo, más allá de todas nuestras trampas e incoherencias, seguimos soñando con el proyecto de Dios, tantas veces truncado y censurado: hemos sido creados para la vida y para el amor, para ser felices, dichosos, bienaventurados.
    Jesús en este Evangelio nos sale al paso para darnos de nuevo la palabra. Él vuelve con los suyos a la otra orilla, tras un viaje de ida que veíamos el domingo pasado en el que se puso de manifiesto la fe tan inmadura de los discípulos. La escena de hoy también nos habla de fe: la de un jefe de la sinagoga, y la de la mujer que sufría hemorragias. Jesús no desea ni el dolor ni la muerte: ahí está su actitud ante el dolor de la enfermedad de una mujer y ante el desgarro de la muerte de la niña.
    La hemorroísa quedará curada por la fe y también será la fe de Jairo, el padre de la pequeña, la que obtendrá el milagro de su resurrección: “no temas, basta que tengas fe” dirá Jesús a Jairo cuando le comunican el fatal desenlace. Hay un pequeño grupo de personas muy significativas en la casa de Jairo, que pertenecían a la usanza y folklore judíos: los flautistas y las plañideras. Su labor constituía en crear un ambiente dramático al del por sí drama de la muerte. Al entrar Jesús, estas personas tienen que salir: son incompatibles quienes cantan a la vida y quienes plañen a la muerte.
    En nuestro mundo de cada día, hay muchas muertes de tantas formas, naturales y artificiales, manifiestas y aterciopeladas, y abundan también las plañideras y flautistas de turno que crean y fomentan el terror, la corrupción en todas sus variantes, la tristeza y el desencanto, pero también hay gente que generan alegría, esperanza, vida. Los testigos de la fe hemos de pedir incesantemente la ayuda del Señor para que desaloje la muerte y a sus músicos y plañideros, y trabajar para que nuestra presencia sea prolongación de la de Jesús, porque la sanación y vivificación de Jesús pasa por nuestras manos a través de las cuales Él bendice, amonesta, acoge y acaricia.
    † Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo

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