Ante el Día del Papa
Queridos
hermanos y hermanas:
Celebramos
en este domingo, el más cercano a la solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo,
el Día del Papa. En esta jornada damos gracias a Dios por el servicio
decisivo que el Sucesor de Pedro presta a la comunidad cristiana. Como es bien sabido, a lo largo de su ministerio
público, el Señor va diseñando la arquitectura constitucional de la Iglesia y
va poniendo los pilares del edificio espiritual que es la casa del Dios vivo,
como llama san Pablo a la Iglesia. Para ello, elige a los Apóstoles como
cimiento, a los que envía al mundo entero para que prediquen el Evangelio a
toda criatura. Previamente, en Pentecostés, los unge con la fuerza del
Espíritu, que les capacita para la tarea que les espera, implantar la Iglesia en
el mundo entonces conocido.
De entre los Doce, elige a Pedro para que sea el
principio de unidad y la piedra fundamental de la casa del Dios vivo (1 Tim 3,15). Para ello, le promete el carisma de atar y desatar,
es decir, de interpretar con autoridad la nueva ley evangélica (Mt 16,17-19). Le impone además la tarea de confirmar a sus
hermanos en la fe (Lc 22,32). Después
de su resurrección, en las riberas del mar de Galilea, le entrega la potestad
suprema de enseñar, santificar y regir al nuevo Pueblo de Dios (Jn 21,15-17).
Del mismo modo que el oficio que el Señor
encomendó a los Doce subsiste en los Obispos, sucesores de los Apóstoles, el
oficio que Cristo encomendó a Pedro, por voluntad de Jesús, permanece en sus
sucesores, los Obispos de Roma, de modo que el Papa es, como Pedro, Vicario de
Jesucristo, Pastor de toda su grey y cabeza visible de la Iglesia. Como dice el Concilio Vaticano II, el Papa "hace
las veces de Cristo mismo, maestro, pastor y pontífice, y actúa en su
lugar" (LG 21). Este es el fundamento del
amor y veneración que debemos profesar al Papa, algo que se remonta a los primeros tiempos de la
Iglesia y a la más genuina tradición católica. El amor al Papa y el
"sentir" con el Papa han sido siempre un signo distintivo de los
buenos católicos. Lo han sido y siguen siendo también la acogida, docilidad y
obediencia a sus enseñanzas y la oración por el Papa, que goza de la asistencia
indefectible del Espíritu, pero que necesita también de la plegaria ferviente
de todos los hijos de la Iglesia.
Todos los días hemos de encomendar al Señor la
persona, la salud, el ministerio e intenciones del Papa Francisco. Debemos rezar por él especialmente en este domingo en nuestras devociones privadas y en
las celebraciones eucarísticas de nuestras parroquias y comunidades…
El Directorio para el ministerio pastoral
de los Obispos nos pide a los Ordinarios diocesanos que no descuidemos "la
particular colecta denominada Óbolo de San Pedro, destinada a hacer posible que
la Iglesia de Roma pueda cumplir válidamente su oficio de presidencia en la
caridad universal"…
Con el "óbolo de San Pedro" el Santo Padre
atiende a las frecuentes peticiones de ayuda que, como pastor universal, recibe del mundo entero. Atiende, sobre todo, al grito de los pobres, niños,
ancianos, marginados, emigrantes, prófugos, víctimas de las guerras y desastres
naturales, como acabamos de ver con ocasión del terremoto de Nepal. El Papa
atiende también a las necesidades de las diócesis más necesitadas. Ayuda además
a los misioneros y a sus obras pastorales, evangelizadoras, humanitarias,
educativas y de promoción social en los países del Tercer Mundo.
Para ello necesita nuestra ayuda. El Óbolo
de San Pedro es la expresión más genuina de la participación de todos los
fieles en las iniciativas del sucesor de Pedro al servicio de la Iglesia
universal. Es un gesto que no
sólo tiene valor práctico, sino también una gran fuerza simbólica, como signo de comunión con el Papa, de solicitud por las necesidades de nuestros hermanos
pobres y necesitados y de participación en la acción evangelizadora de la
Iglesia.
En este
domingo y siempre, estrechamos los vínculos de comunión con el Papa Francisco,
que hoy nos preside en la caridad, acogemos su Magisterio, oramos por él y le
ayudamos con nuestras limosnas a socorrer a los necesitados.
Con mi gratitud anticipada por vuestra
generosidad, para todos mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan
José Asenjo Pelegrina - Arzobispo de Sevilla
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