« YO CONOZCO A MIS OVEJAS Y ELLAS ME CONOCEN A MÍ…»
Jn. 10. 11-18
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas;
el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo,
abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un
asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el Buen Pastor, que
conozco a las mías, y las mías me conocen,
igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo
doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo
que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre,
porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que
yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para
recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».
Otras
Lecturas: Hechos 4,8-12; Salmo 117; 1Juan 3,1-2
LECTIO:
A nadie gusta que nos digan que somos un rebaño.
Un rebaño quiere decir gente que no piensa, que sigue al que va delante sin
preguntarse nada, que no tiene criterio y se deja manipular.
Ser un rebaño que sigue a este
pastor, Jesús, seguro que no nos sabe mal, al contrario, nos llena de gozo y
felicidad.
¿Quién es nuestro pastor?
¿Quién es este que va delante y al que nosotros seguimos?
Hace unas semanas celebrábamos aquel momento culminante en el
que nuestro pastor se nos daba a conocer. Era el Viernes Santo y escuchábamos
conmovidos, el relato de la pasión y muerte de Jesús.
Ahora, hoy,
en este tiempo gozoso de la Pascua, en la felicidad de
celebrar la resurrección del Señor este
evangelio nos recuerda quién es Jesús para nosotros.
Él es nuestro pastor, queremos seguirle, porque él “da la vida por sus ovejas”.
Es en su amor fiel hasta la muerte, donde encontramos el gozo
y la felicidad, nadie más nos puede guiar por caminos que merezcan la pena, por
caminos que hagan vivir, por caminos por los que nos podamos sentir hombres y
mujeres plenos, verdaderos. El amor que él vivió, el amor que él nos enseñó es
el único que puede dar felicidad a los hombres y mujeres de ayer, de hoy y de
siempre.
Nuestro pastor nos ama a cada uno
personalmente, y nosotros podemos también amarlo personalmente: “Yo... conozco a las mías, y las mías me
conocen” Es un amor de persona a persona...
El encuentro de Jesús y de
María Magdalena la mañana de Pascua es nuestro mismo encuentro, el de cada uno
de nosotros. Es una corriente de amor entre Jesús, y cada uno de nosotros, con
nuestra vida concreta, con nuestros aciertos y nuestras equivocaciones, con
nuestros momentos de generosidad y nuestros egoísmos y perezas, con nuestro
convencimiento de fe y nuestros olvidos. Él nos ama personalmente, nos llama siempre por nuestro nombre.
“Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil”... No se puede ser
cristiano sin ser misionero. Cristo es un derecho de todos los hombres. ¡Qué
bien entendieron los primeros cristianos la exigencia misionera de la fe! Por
eso, los perseguidos en Jerusalén llevan la fe a Samaría. Son como brasas
encendidas que, llevadas por el viento del Espíritu, encienden otras hogueras
allí donde caen.
Jesús, Buen Pastor, ofrece a la humanidad la
posibilidad de constituir una sola gran familia. La Iglesia tiene la misión de ser en el
mundo sacramento de salvación, de reconciliación y de comunión entre todos los
hombres.
MEDITATIO:
Seguir a Jesús como buen pastor es asumir
las actitudes fundamentales que Él vivió, y esforzarnos por vivirlas hoy desde
nuestra propia originalidad, construyendo el reino de Dios que Él comenzó. Mientras la
oración sea sustituida por la TV,
el silencio interior por el ruido, la escucha o lectura de la Palabra por la
última revista, novela o película… será difícil que escuches la voz del Buen Pastor que te orienta y ayuda a vivir en medio de esta
sociedad de consumo.
■ Ante la imagen
del Buen Pastor, piensa seriamente en la necesidad de aceptar lo que de buen
pastor debes tener; lo que supone en la práctica diaria el hecho de haberte
comprometido a seguir a Jesús que no retrocedió, por amor a los hombres, ante
ninguna dificultad, ante ningún temor, ante ningún riesgo.
■ Ser Buen Pastor al estilo de Cristo es amar
a las ovejas y para amarlas hay que conocerlas. En tu comunidad cristiana, en
tu grupo… ¿os conocéis? ¿Sabes como se llama cada uno, cuales son sus gustos,
sus inquietudes, sus problemas, sus deseos, qué dificultades van encontrando en
el camino…?
ORATIO:
Señor, Tú que conoces a tus ovejas, Tú que
sabes de mis actitudes y de mis límites, actúa en mi vida, Señor.
«Yo
soy el buen pastor: conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí»
Haz que tu Espíritu ilumine nuestras
acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho
ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino
también poner en práctica la Palabra.
«Yo
soy el buen pastor: yo doy mi vida por las ovejas.»
Jesús, huésped
divino y mendigo de amor a la puerta del corazón humano, haz que nada nos
resulte más dulce, nada más deseable, que caminar contigo y morar en ti. Ahora,
en las estaciones de la trashumancia, en las inclementes estaciones de los acontecimientos humanos; después, durante los siglos eternos, en los soleados pastos del cielo.
CONTEMPLATIO:
Contempla a Jesús como Buen Pastor, que te
llama, te invita, te anima a seguir sus huellas como discípulo. Y contémplate a
ti mismo que, a veces, te desvías del verdadero Camino, de la única Verdad que
es Él. Jesús hoy te invita a
seguirlo, a ser su discípulo, para que tú seas portavoz de su Palabra para que
otros lo conozcan y lo sigan.
«Yo soy el buen pastor: yo doy mi vida por las ovejas.»
El Buen Pastor da la vida por sus ovejas,
y tú ¿qué puedes hacer para tener las actitudes de Jesús Buen Pastor en tu
familia, trabajo, compañeros, en tu comunidad…? ¿Qué haces para sentir y actuar
como Él?