TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 12 de noviembre de 2011

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 13 DE NOVIEMBRE, 33º DEL TIEMPO ORDINARIO

QUE VUESTRO DINERO RENTE

Mateo 25:14-19, 24-30* “El reino de los cielos es como un hombre que, a punto de viajar a otro país, llamó a sus criados y los dejó al cargo de sus negocios. A uno le entregó cinco mil monedas, a otro dos mil y a otro mil: a cada cual conforme a su capacidad. Luego emprendió el viaje. El criado que recibió las cinco mil monedas negoció con el dinero y ganó otras cinco mil. Del mismo modo, el que recibió dos mil ganó otras dos mil.  Pero el que recibió mil, fue y escondió el dinero de su señor en un hoyo que cavó en la tierra.  “Al cabo de mucho tiempo regresó el señor de aquellos criados y se puso a hacer cuentas con ellos. “Por último llegó el criado que había recibido mil monedas y dijo a su amo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste.  Por eso tuve miedo; así que fui y escondí tu dinero en la tierra. Aquí tienes lo que es tuyo.’ El amo le contestó: ‘Tú eres un criado malo y holgazán. Puesto que sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí, debías haber llevado mi dinero al banco, y yo, a mi regreso, lo habría recibido junto con los intereses.’
 Y dijo a los que allí estaban: ‘Quitadle a este las mil monedas y dádselas al que tiene diez mil. Porque al que tiene, se le dará más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo que tiene se le quitará. Y a este criado inútil arrojadlo fuera, a la oscuridad. Allí llorará y le rechinarán los dientes.’
*Para leer la Parábola complete leer también versos 20-23
Otras Lecturas:Proverbios 31:10-13, 19-20, 30-31;Salmo 128:1-5; 1 Tesalonicenses 5:1-6
LECTIO:
   En cierto sentido, Jesús probablemente quería que esta parábola la entendieran los dirigentes religiosos de su época como si fuera dirigida contra ellos. Se comportaban como el siervo malo: escondían la verdad de Dios en vez de hacerla brillar como una luz para el mundo (Mateo 5:14-16) y cerraban, en vez de abrirlas, las puertas del Reino de los cielos (Mateo 23:13-14).
   La parábola también nos habla a nosotros sobre cómo debemos ser buenos administradores de los dones y recursos que nos ha entregado. El señor se marcha de viaje y les confía su dinero a tres empleados: a cada uno, una suma distinta, en función de su propia capacidad (versículo 15). Es importante tener en cuenta que se trata de una cantidad enorme de dinero. Lo que suele traducirse en las ediciones de la Biblia como ‘moneda de oro’ o ‘dinero’, literalmente ‘talento’, era una unidad monetaria que equivalía al salario de quince años de trabajo de un labrador u obrero del campo de la época.
   A los dos siervos que comenzaron con cinco o dos talentos se les felicita por devolverle el doble al dueño. Pero se condena al siervo que escondió el dinero de dinero sin obtener ningún provecho durante todo el tiempo en que estuvo ausente su amo.
MEDITATIO:
¿Cuál es nuestra actitud frente al tiempo y el dinero? ¿Creemos que nos pertenece a nosotros o a Dios?
¿Nos vemos a nosotros mismos como siervos de Dios que utilizamos nuestros dones y recursos para extender el reino de Dios en la tierra?
¿Qué podemos aprender del hecho de que el amo entregara distintas cantidades a los siervos en función de su capacidad?
ORATIO:
   El salmo responsorial de este domingo es un ‘salmo sapiencial’. Enseña que hay que encontrar la bendición dando gloria a Dios mediante la obediencia a sus mandatos.
   Ora por medio de los versos de del Salmo 128 y pídele ayuda a Dios para ser un buen administrador de los talentos que te ha confiado.
CONTEMPLATIO:
   Reflexiona sobre todos los talentos y recursos que Dios te ha dado. ¿Los has escondido o los estás utilizando para gloria de Dios?

1 comentario:

  1. No es el Señor un ladrón que viene a robarnos lo que previamente nos dio. Ni tampoco un gendarme que viene a fiscalizarnos registrando nuestra gestión. Y sin embargo debemos vivir atentos, vigilantes, ante la incesante llegada de quien siempre está a nuestro lado. La vigilancia ante un Dios de imprevisible llegada no significa una actitud casi enfermiza de temor. Dios llega siempre, ve siempre, oye siempre, y, por supuesto... da y se entrega siempre. Nos habla este Evangelio de los talentos de plata que recibieron unos empleados para que negociasen fructuosamente mientras el señor volvía de un viaje al extranjero. Estos talentos no eran riquezas cualesquiera, ni tampoco de esos sobrantes que se des¬tinan a invertir a cualquier azar. Más bien, como dice el texto de Mateo, se trataba de los bienes del señor, de su haber personal, con lo cual se indicaban dos cosas: primero, la extrema confianza del señor en sus empleados al poner en sus manos y en su ingenio los bienes que él poseía; y segundo, la justa petición de cuentas a su vuelta, el balance de la gestión hecha por sus empleados, pues no les había dejado una propina para el diverti¬mento, sino precisamente la administración de sus bienes.
    La parábola es un toque de atención sobre los talentos que cada uno hemos reci¬bido. Y en nuestra vida, al igual que en la parábola, esos dones son la misma herencia de Dios, son sobre todo la Persona y la Palabra de su Hijo que Él nos ha querido entre¬gar como el gran talento, el gran regalo a la humanidad. Dios nos ha dado toda su vida que éramos capaces de acoger.
    Habitamos un mundo bastante infeliz, a pesar de las muchas cosas bellas que hay en la tierra y en los hombres. Y sin embargo fuimos creados para la dicha inmensa, para ese banquete del Señor del que habla la parábola. Hemos de hacer nuestro el proyecto de Dios y “negociar” con los talentos recibidos: la vida, la inteligencia, el afecto..., las personas que nos han sido dadas, para generar los frutos esperados por Dios y por nuestro corazón: la paz, la justicia, el perdón, la miseri¬cordia, la bondad, la comprensión, la creatividad, el amor. Hay otros que, con los mis¬mos talentos recibidos de Dios, se empeñan en generar frutos de muerte, malaven¬turanza y fatalismo.
    La aventura de la felicidad a la que Dios nos llama, necesita de trabajadores que pongan en juego, con fidelidad e inteligencia, los dones y talentos, las aptitudes y herramientas que han recibido. Somos hijos de Dios y trabajamos en esta gran empresa familiar en la que Él ha querido hacernos partícipes: el Reino, con el que no se persigue otra ganancia que la felicidad, la dicha bienaventurada, la gloria a Dios y la paz a los hombres.

    +Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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