TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

domingo, 30 de octubre de 2011

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 30 DE OCTUBRE, 31º DEL TIEMPO ORDINARIO

EL QUE SE HUMILLA…

Mateo 23:1-12  Después de esto, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: “Los maestros de la ley y los fariseos son los encargados de interpretar la ley de Moisés. Por lo tanto, obedecedlos y haced todo lo que os digan. Pero no sigáis su ejemplo, porque dicen una cosa y hacen otra. Atan cargas pesadas, imposibles de soportar, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo. Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar sobre la frente y en los brazos cajitas con textos de las Escrituras, y vestir ropas con grandes borlas. Desean los mejores puestos en los banquetes, los asientos de honor en las sinagogas, ser saludados con todo respeto en la calle y que la gente los llame maestros. “Pero vosotros no os hagáis llamar maestros por la gente, porque todos sois hermanos y uno solo es vuestro Maestro. Y no llaméis padre a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el que está en el cielo. Ni os hagáis llamar jefes, porque vuestro único Jefe es Cristo. El más grande entre vosotros debe servir a los demás. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.
Otras Lecturas: Malaquías 1:14 - 22:2, 8-10; Salmo 131; 1 Tesalonicenses 2:7-9, 13
LECTIO:
   Mateo escribió su relato evangélico siguiendo el de Marcos e incluye prácticamente todo el material de éste. Pero también aporta muchas más enseñanzas de Jesús. Dicho material propio está organizado en cinco libros o bloques, comenzando con el Sermón de la Montaña en los capítulos 5-7. Sigue, en el capítulo 10, el envío de los discípulos. Continúa con las parábolas del reino en el capítulo 13, y la doctrina sobre la vida de la comunidad en el nuevo reino de Dios en el capítulo 18. La lectura de este domingo esta justo antes de la última sección, los capítulos 24-25, que se centran en la segunda venida y el juicio final.
   Una parte fundamental de esta enseñanza abarca la denuncia de los dirigentes religiosos de Israel. Jesús los acusa de ser unos hipócritas. Sin lugar a dudas, son expertos en la Ley de Moisés, pero no llevan a la práctica lo que predican. Esto indigna a Jesús, porque imponen a la gente pesadas cargas pero no están dispuestos a ‘tocarlas ni siquiera con un dedo’ (versículo 4) ni tampoco son capaces de cargar con ellas. Está actitud contrasta abiertamente con la de Jesús, que impone un yugo y una carga ligeros (Mateo 11:30). Tanto antes de este pasaje como después del mismo descubrimos que los pecados de los dirigentes son aún más graves por el hecho de que descuidan la enseñanzas de la ley que realmente importan, los mandamientos mayores (Mateo 22:37-39), y la justicia, la misericordia y la fidelidad (Mateo 23:23).
   Por eso, a la vez que Jesús recomienda a la gente que cumplan la ley, les aconseja que no imiten el estilo de vida de sus dirigentes religiosos. En vez de servir a Dios y a su pueblo, los responsables se han vuelto interesados, rebosan orgullo y andan obsesionados con su propia importancia y su posición en la sociedad.
   El espíritu de servicio y la humildad, de los que dio muestra Jesús lavándoles los pies a los discípulos (Juan 13), son el modelo para la comunidad del reino de Jesús.
   Como cristianos debemos volver nuestra mirada hacia Jesús como maestro, dirigente y Mesías. Y también debemos ver a Dios como nuestro padre celestial. En el reino de Dios, la grandeza se encuentra en el servicio humilde.
MEDITATIO:
Si no ocupas un puesto de responsabilidad en tu comunidad eclesial, puede resultarte fácil pensar que este pasaje no se te aplica a ti. Sin embargo, también tiene mucho que ver con la actitud y el comportamiento de los cristianos ‘de a pie’.
Dedica algo de tiempo a meditar esas palabras.
¿Cómo puedes fomentar en ti la actitud humilde de un siervo?
¿Qué clase de dirigentes espera Jesús para su iglesia?
ORATIO:
   Los responsables de la iglesia cargan ante Dios con la responsabilidad de atender espiritualmente a su pueblo. Ora por tus dirigentes. Pídele a Dios que los proteja y los haga fuertes. Pídele a Dios que te ayude a enfrentarte con las parcelas de orgullo que hay en tu propia vida.
CONTEMPLATIO:
Reflexiona sobre estos versos del Salmo 131:
‘Señor, no es orgulloso mi corazón
ni son altaneros mis ojos,
ni voy tras cosas grandes y extraordinarias
que están fura de mi alcance.
Al contrario, estoy callado y tranquilo,
como un niño recién amamantado
que está en brazos de su madre.
¡Soy como un niño recién amamantado!
                        Israel, espera en el Señor ahora y siempre.
 Sociedades Bíblicas Unidas

1 comentario:

  1. Tiene una dureza el evangelio de este domingo que lo hace bronco, pero que hay que entender en su debido contexto. El delito que Jesús delata y condena drásticamente con tintes inusuales en Él, no es otro que la hipocresía de los grupos más relevantes de Israel (saduceos y fariseos), es decir, el haberse apropiado de una tradición religiosa que en absoluto vivían, aunque eran terribles en exigir su cumplimiento formal.
    Porque, faltando la razón y el sentido de cuanto se hace, y sobre todo faltando ese gran Tú –con mayúsculas– por quien uno vive y se desvive, es fácil reducir la religión a una especie de "código de circulación" pietista y moralista, pero no algo apasionante que da vida, que pone gusto por las cosas y las gentes. Una religiosidad así es realmente agobiante, triste, que asfixia la esperanza y amordaza la libertad.
    Cuando Jesús veía en qué se había convertido, o mejor, en qué se había perver¬tido la enseñanza de la ley de Moisés y los profetas, aquella liberación de todas las es-clavitudes desde una relación con Dios llena de comunión, de ternura y misericordia, se comprende que la emprendiera así con quienes habían gestado los cambios y los re-cambios tan torpemente.
    Era la hipocresía de saber muchas cosas de Dios... pero no saber ya a lo que sabe Dios; era la hipocresía de ser experto en un Dios por el que no late diariamente el cora¬zón de sus presuntos seguidores; era la hipocresía de hacer proclamas sobre Dios, que por no estar respaldadas por gestos de amor y de justicia, no generan esperanza en los que más desesperanzados están; era la hipocresía de amenazar y acorralar a los demás con la Verdad de Dios como excusa, estando ellos instalados en el paripé de los honores y las reverencias, en el escaparate de los banquetes y en la mentira cotidiana.
    Esta hipocresía señalada por Jesús, esta acusación suya, colmará el vaso de los fariseos y le pondrá en las puertas de su pasión y su muerte. Era, sin duda alguna, un ataque demasiado evidente y demasiado público como para que el maestro Jesús si¬guiera paseando su Palabra y su Persona... sin más. Había que quitarlo de en medio cuanto antes. Poco a poco se había ganado a pulso esta "peligrosidad" propia de alguien que quiere vivir de verdad y en la Verdad, en medio de un ambiente que estaba domi¬nado por otra gente, más proclive a la apariencia y a la galería.
    No obstante, también para nosotros cristianos, hay una fortísima llamada a exa-minarnos sobre nuestra vivencia de fe en el Señor y sobre nuestra con-vivencia de cari¬dad con los hermanos hombres. Ya que el término "fariseo" ha pasado a ser un adjetivo maldito del que no estamos exentos, los cristianos. Pues sería tremendo que el Señor tu-viera que decir incluso de nosotros aquel reproche de "haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen" (Mt 23, 3). ¿O acaso no somos precisamente nosotros, los cristianos, –tantas veces– también sospecho¬sos de desmentir con la vida esa verdad que nuestros labios cantan y nuestros rezos imploran?


    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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