“VENID Y VAMOS TODOS …CON FLORES A MARÍA QUE MADRE NUESTRA ES”
El amor, el homenaje y la
veneración que se dan a la Virgen María se manifiestan con prácticas diversas
que llamamos "devociones". En
el mes de mayo, el
mes de las flores, dedicado
tradicionalmente a la Madre del Salvador, intensificamos estas devociones
marianas. Se trata del afecto, la predilección y
reverencia que le tributamos por ser la obra maestra de la creación, la
llena de gracia que, también, es madre nuestra. La devoción a María es una amorosa y
confiada entrega a quien, por su excelsa dignidad y misión, sabemos
nos ama y protege.
El Concilio
Vaticano II nos describe la naturaleza y el fundamento del culto y devoción a
la Santísima Virgen: "Por ser
Madre santísima de Dios, que tomó
parte en los misterios de
Cristo, es justamente honrada
por la Iglesia con un culto especial" (Lumen Gentium, 66).
Este
"culto especial" consiste en la veneración, el amor, la invocación y
la imitación. “El mes de Mayo es el mes más sonriente del año. La sonrisa
de María, Madre de Jesús y Madre nuestra, serena los rostros pensativos y eleva
a visiones de bondad, de misericordia y de confianza los ánimos oprimidos,
desconfiados y cansados”… (Beato Juan XXIII pp)
El culto a María tiene que poner de relieve las obras que realizó en ella El
Espíritu Santo, no sólo en la Encarnación del Verbo en su seno purísimo, y
en su santificación, sino también en su acción constante en la historia de la
salvación y en la propia Iglesia. La piedad mariana de los fieles debe tener
presente que María "en la Iglesia santa ocupa, después de Cristo, el puesto
más alto y más cercano a nosotros" (Marialis Cultus 54). María está unida
estrechamente a la Iglesia, y en ella, y con referencia a ella, debe ser
honrada. (San
Pablo VI, pp)
No hay comentarios:
Publicar un comentario