ABRIL : RESURRECCIÓN
Alabado sea el
Santísimo Sacramento del Altar
Reflexiones que nos animen y ayuden a encontrarnos con Jesús
sacramentado y descansar en su corazón.
Cada mes daremos algunas pinceladas sobre diversas virtudes que
nos ayuden a vivir la media hora de adoración que tanto insistía el Venerable
Luis de Trelles, o contemplar cómo las vive el Señor
desde el Sacramento; utilizando la Palabra de Dios, el Magisterio, textos de
santos u otros autores, y recogiendo cada mes una de las promesas del Corazón
de Jesús, acabando con una oración.
PASIÓN – MURTE - RESURRECCIÓN
Iniciamos abril con el
Triduo Pascual donde celebramos y contemplamos el
Misterio central de nuestra fe, la Pasión, Muerte y
Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que actualizamos en
cada Eucaristía, y descansemos en la “anchura de su Corazón”
para que seamos testigos de su amor redentor.
“Esto
ocurrió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”; y en
otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que traspasaron”.” (Juan 19,36-37). “Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta
el leño, para que muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus
heridas fuisteis curados” (1
Pedro 2,24).
San Manuel González,
“Obras Completas” 1258, nos enseña el silencio de Jesús
tanto en la Pasión como en el Sagrario, animándonos al mismo con la
contemplación: “La negación de la palabra Silencio del
Sagrario, ¡qué misteriosamente elocuente eres! ¡Cómo azotas y abofeteas la
locuacidad de mi vanidad y de mi orgullo! Jesús, la Palabra
eterna y subsistente de Dios, la Palabra que es espíritu
y vida, la Palabra que nos hace libres, la Palabra reveladora de Dios, de sus
misterios y de las maravillas de su reino, (…) ese Jesús se
ha impuesto silencio al quedarse a vivir en el Sagrario, y ¡silencio perpetuo, sin
excepciones ni de tiempo, ni de personas, ni de ocasiones! De noche y de día,
con los buenos y con los malos, en los triunfos y en las derrotas, Jesús
sacramentado permanece mudo… El único signo que se ha
reservado para hacerse entender de los hombres es la tenue e insegura luz de la
lámpara de aceite, como diciéndoles: aquí
estoy… Después de eso, no dice nada más. ¡Qué misterios y qué
abismos de misterios abre y descubre cada una de esas negaciones! ¿verdad?”
El Papa, San Juan Pablo II,
el 21/07/1985, nos exhorta a penetrar en los sentimientos del Corazón del
Redentor: “En el sacrificio del Calvario el corazón del Redentor no
fue aniquilado con el fuego del sufrimiento. Aunque humanamente muerto, como
constató el centurión romano cuando traspasó el costado de Cristo con la lanza,
en la economía divina de la salvación este Corazón quedó vivo, como manifestó
la Resurrección.
He aquí el Corazón vivo del Redentor
resucitado y glorificado, lleno de bondad y amor: infinita y
sobreabundantemente lleno. El rebosar el corazón humano alcanza en
Cristo la medida divina. Deseamos hablar al Corazón del Hijo mediante el
Corazón de la Madre. ¿Qué puede haber más bello que el coloquio de estos dos
corazones? Queremos participar en él”.
Para poder descubrir la
misericordia del Corazón de Jesús por los pecadores, hoy
tan urgente, nos dice en “Dives in misericordia”, san
Juan Pablo II: “Los acontecimientos del Viernes Santo y,
aún antes, la oración en Getsemaní, introducen en todo el curso de la
revelación del amor y de la misericordia, en la misión mesiánica de Cristo, un
cambio fundamental. El que «pasó haciendo el bien y sanando»,
«curando toda clase de dolencias y enfermedades», él
mismo parece merecer misericordia y apelarse a la
misericordia cuando es arrestado, ultrajado, condenado, flagelado, coronado de
espinas; cuando es clavado en la cruz y expira entre terribles tormentos. Es
entonces cuando merece de modo particular la misericordia de los hombres, a
quienes ha hecho el bien, y no la recibe. Incluso aquellos que están más
cercanos a Él, no saben protegerlo y arrancarlo de las manos de los opresores.
En esta etapa final de la función mesiánica se cumplen en Cristo las palabras
pronunciadas por los profetas, sobre todo Isaías, acerca del Siervo de Yahvé:
«por sus llagas hemos sido curados».
En momentos de sequedad
interior ante el Señor nos vienen en ayuda las palabras de Santa Margarita M.ª de Alacoque: “Cuando
no podáis hacer nada en la oración, contentaos con ofrecer la
que por nosotros hace el divino Salvador en el Santísimo Sacramento del Altar,
ofreciendo sus llamas para reparar nuestras tibiezas”.
Promesa del Corazón de Jesús a
Santa Margarita M.ª de Alacoque: no olvidemos que fue un
primer viernes la muerte de Nuestro Señor, donde nos abrió el costado y no se
cerrará jamás: “Concederé a todos los que comulguen los
“nueve primeros viernes de mes seguidos” la gracia de la penitencia final. No
morirán en mi desgracia, ni sin recibir los sacramentos. Mi Corazón será su
asilo seguro en sus últimos momentos”
Preguntas para el diálogo y la meditación.
■ ¿Voy a la Eucaristía con un
corazón agradecido por el don de la Redención?
■ ¿Cultivo en mi vida interior
la admiración ante la maravilla del “sacramento admirable”?
■ ¿Medito y platico sobre la
Pasión y Muerte del Señor como hacía cada día Santa Teresa de Jesús?
■ ¿Soy consciente de que la
salvación del mundo, ayer, hoy y siempre pasa por la Eucaristía celebrada,
recibida, adorada?
Acabamos orando con el
precioso poema de Lope de Vega
¿Qué
tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué
interés se te sigue, Jesús mío,
que,
a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas
las noches del invierno oscuras?
¡Oh,
cuánto fueron mis entrañas duras,
pues
no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si
de mi ingratitud el hielo frío
secó
las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas
veces el ángel me decía:
«Alma,
asómate ahora a la ventana,
verás
con cuánto amor llamar porfía»!
¡Y
cuántas, hermosura soberana,
«Mañana
le abriremos», respondía,
para
lo mismo responder mañana!