TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

lunes, 26 de mayo de 2025

 VIVIR LA ORACIÓN


NUESTRA PARTICIPACIÓN EN LA ORACIÓN:     

(Continuación) ...

   Condiciones y características de la oración

  La oración, como todo acto plenamente personal, requiere atención e intención, conciencia de la presencia de Dios y diálogo efectivo y sincero con Él. Condición para que todo eso sea posible es el recogimiento. La voz recogimiento significa la acción por la que la voluntad, en virtud de la capacidad de dominio sobre el conjunto de las fuerzas que integran la naturaleza humana, procura moderar la tendencia a la dispersión, promoviendo de esa forma el sosiego y la serenidad interiores. Esta actitud es esencial en los momentos dedicados especialmente a la oración, cortando con otras tareas y procurando evitar las distracciones. Pero no ha de quedar limitada a esos tiempos: sino que debe extenderse, hasta llegar al recogimiento habitual, que se identifica con una fe y un amor que, llenando el corazón, llevan a procurar vivir la totalidad de las acciones en referencia a Dios, ya sea expresa o implícitamente.

  Otra de las condiciones de la oración es la confianza. Sin una confianza plena en Dios y en su amor, no habrá oración, al menos oración sincera y capaz de superar las pruebas y dificultades. No se trata sólo de la confianza en que una determinada petición sea atendida, sino de la seguridad que se tiene en quien sabemos que nos ama y nos comprende, y ante quien se puede por tanto abrir sin reservas el propio corazón (Cf. Catecismo, 2734-2741).

  En ocasiones la oración es diálogo que brota fácilmente, incluso acompañado de gozo y consuelo, desde lo más hondo del alma; pero en otros momentos —tal vez con más frecuencia— puede reclamar decisión y empeño. Puede entonces insinuarse el desaliento que lleva a pensar que el tiempo dedicado al trato con Dios carece de sentido (Cf. Catecismo, n. 2728). En estos momentos, se pone de manifiesto la importancia de otra de las cualidades de la oración: la perseverancia. La razón de ser de la oración no es la obtención de beneficios, ni la busca de satisfacciones, complacencias o consuelos, sino la comunión con Dios; de ahí la necesidad y el valor de la perseverancia en la oración, que es siempre, con aliento y gozo o sin ellos, un encuentro vivo con Dios (Cf. Catecismo, 2742-2745, 2746-2751).

  Rasgo específico, y fundamental, de la oración cristiana es su carácter trinitario. Fruto de la acción del Espíritu Santo que, infundiendo y estimulando la fe, la esperanza y el amor, lleva a crecer en la presencia de Dios, hasta saberse a la vez en la tierra, en la que se vive y trabaja, y en el cielo, presente por la gracia en el propio corazón. El cristiano que vive de fe se sabe invitado a tratar a los ángeles y a los santos, a Santa María y, de modo especial, a Cristo, Hijo de Dios encarnado, en cuya humanidad percibe la divinidad de su persona. Y, siguiendo ese camino, a reconocer la realidad de Dios Padre y de su infinito amor, y a entrar cada vez con más hondura en un trato confiado con Él.

  La oración cristiana es por eso y de modo eminente una oración filial. La oración de un hijo que, en todo momento –en la alegría y en el dolor, en el trabajo y en el descanso– se dirige con sencillez y sinceridad a su Padre para colocar en sus manos los afanes y sentimientos que experimenta en el propio corazón, con la seguridad de encontrar en Él comprensión y acogida. Más aún, un amor en el que todo encuentra sentido.

lunes, 12 de mayo de 2025

VIVIR LA ORACIÓN

NUESTRA PARTICIPACIÓN EN LA ORACIÓN:      (Continuación) ...

    ¿Qué sucede cuando parece que la oración no diera frutos?

   A veces pensamos,  he orado y no me sirve para nada.  Es probable que estamos pidiendo algo que no nos conviene.  Dios siempre responde.  Y su respuesta puede ser:  Sí, No o todavía No. 

  Hay que tener claro que la oración no busca resultados superficiales o sensoriales.  La finalidad de la oración es el acercarnos a Dios y el poder ir uniéndonos a Él, uniéndonos a su Voluntad. El aparente silencio de Dios es una invitación para seguir acercándonos a Él y a confiar más en El.  Quien ora tiene que saber que Dios es libérrimo, además de imprevisible, y que se da a quien quiere, como quiere, cuando quiere, donde quiere. 

   ¿Cuáles son las dificultades para la oración?  (CIC-C #574)

   La dificultad habitual para la oración es la distracción, que separa de la atención a Dios, y puede incluso descubrir aquello a lo que realmente estamos apegados. Nuestro corazón debe entonces volverse a Dios con humildad. A menudo la oración se ve dificultada por la sequedad, cuya superación permite adherirse en la fe al Señor incluso sin consuelo sensible. La acedía es una forma de pereza espiritual, debida al relajamiento de la vigilancia y al descuido de la custodia del corazón.

   ¿Qué hacer cuando no se siente nada en la oración o cuando no queremos seguir orando?

   Todo orante ha pasado por distracciones, sentimiento de vacío interior, sequedad e incluso cansancio en la oración.  Pero el verdadero orante sabe que hay que tener constancia y fidelidad en la oración

   ¿Qué es la aridez en la oración y qué hacer en la aridez?

   La aridez una sensación de sequedad, de falta de consuelo en la oración.  Pero la aridez no es un mal.  Puede, incluso, ser una gracia. Si, examinada nuestra conciencia, no hay culpa en la aridez, puede ser que Dios desea que pasemos un tiempo de sequedad. Cuando venga la aridez –que vendrá- hay que tener cuidado, porque puede convertirse en una tentación.

   Pudiera suceder que cuando ya hemos avanzado algo en la oración o cuando estamos agobiados de trabajo y se descuide la oración, se comience a creer que la oración no es para uno.  Ese sería un triunfo del Demonio, pues hace todo lo que puede para que nos quedemos exteriorizados. Cuando estemos en aridez, más hay que adorar.  Necesitamos orar más.  Pueda que nos cueste más trabajo.  Es como tener que ir a sacar agua del pozo, en vez de recibirla por irrigación o –mejor aún- de la lluvia (cf. Santa Teresa de Jesús)

   La aridez es parte del camino de oración.  Porque creer en el Amor de Dios no es sentir el Amor. Es, por el contrario, aceptar no sentir nada y creer que Dios me ama. Así que no hay que juzgar la vida de oración según ésta sea árida o no.  La sequedad es un dolor necesario.  No podemos amar a Dios por lo que sentimos, sino por lo que Él es. 

   La aridez es necesaria para ir ascendiendo en el camino de la oración.  Así que, viéndolo bien, la aridez es un don del Señor, tan grande o mayor que los consuelos en la oración. Con la aridez el Señor nos saca del nivel de las emociones y nos lleva al nivel de la voluntad:  oro aunque no sienta porque deseo amar al Señor.

   La aridez, entonces, cuando no es culposa, porque nos hemos alejado del Señor por el pecado o porque no hemos orado con la asiduidad necesaria, es un signo de progreso en la oración. La oración es siempre una experiencia transformante, haya gracias místicas o no, estemos en aridez o no.

martes, 6 de mayo de 2025


MAYO ADORAR Y BENDECIR

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

 LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS


    BENDITO Y ALABADO SEA

   Ben-decir es decir bien. Hablar bien de algo, de alguien. ¡Cuánto necesitamos cambiar nuestro espíritu de crítica, de maledicencia por un Espíritu de Bendición! ¡Cómo cambiaría el mundo si por cada crítica dicha la cambiáramos en una alabanza a dicha persona! Mirar el bien para decir el bien. Ver lo bueno para cantar lo bueno… Adorar la Eucaristía debe ayudarnos a esto. Por eso ante el Santísimo se cantan bendiciones. Porque bendiciendo a Dios nos hacemos más capaces de bien-decir de los hermanos. La Eucaristía es sacramento de bendición.

   San Cirilo llama a este augusto Sacramento de bendición. De bendición, porque de hijos de ira y de maldición, Cristo nos mereció la bendición y la gracia ... de bendición, porque en Él y por Él serán benditas todas las gentes: de bendición, porque es la vida de la gracia: de bendición, porque es la salvación del ánima: de bendición, porque es la que se ha de dar en el día tremendo de la Justicia final. (LS, TI, 1870 p.10.)

   En realidad, la bendición funciona en dos direcciones. De abajo arriba y de arriba abajo. Nosotros bendecimos a Dios, queremos ensalzar su nombre sus bondades, sus cualidades: ¡Bendito sea Dios! ¡Qué expresión tan bella y qué fácilmente viene a nuestros labios estando junto al Santísimo! Pero nosotros no podríamos hacer esto si previamente Jesús no nos hubiera bendecido él, como Dios eterno. Él nos dio la vida por su palabra “dijo Dios”… “y vio que era bueno”. La creación misma es una inmensa ben-dición. Pero además su redención, su misericordia no hace sino multiplicar la bendición en nuestros corazones.”

   “La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquel que es la fuente de toda bendición” (CEC 2626). El Espíritu Santo es el Mensajero de esta bendición. Tanto la que asciende como la que desciende… “Dos formas fundamentales expresan este movimiento: o bien la oración asciende llevada por el Espíritu Santo, por medio de Cristo hacia el Padre (nosotros le bendecimos por habernos bendecido) o bien implora la gracia del Espíritu Santo que, por medio de Cristo, desciende de junto al Padre” (CEC 2627).

   Así podemos entender la gran bendición que supone cada vigilia de Adoración Nocturna. Es un encuentro entre dos movimientos, nosotros buscamos a Dios, Dios nos busca a nosotros. Cada convocatoria mensual es un lugar propio de bendición mutua. Uno de los momentos más hermosos del ritual de Adoración es cuando después de haber recibido la Bendición del Santísimo nosotros respondemos con una letanía de bendiciones “Bendito sea su santo nombre”, “Bendito sea Jesucristo en el Santísimo sacramento del Altar” …

   San Pablo proclama con emoción el plan de amor de Dios y dice así: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado» (Ef 1,3-6) … Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.» Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos (Mc 10, 13-16).

   Una experiencia intensa es la de leer estos textos bíblicos de bendición en una prisión, o en un centro de desintoxicación. Hacer sentir a esas personas que permanecen bendecidas, no obstante sus graves errores, que el Padre celeste sigue queriendo su bien y esperando que se abran finalmente al bien. Si incluso sus parientes más cercanos les han abandonado, porque ya les juzgan como irrecuperables, para Dios son siempre hijos. Dios no puede cancelar en nosotros la imagen de hijo, cada uno de nosotros es hijo, es hija. A veces ocurren milagros: hombres y mujeres que renacen. Porque encuentran esta bendición que les ha ungido como hijos. Porque la gracia de Dios cambia la vida: nos toma como somos, pero no nos deja nunca como somos … No podemos solo bendecir a este Dios que nos bendice, debemos bendecir todo en Él, toda la gente, bendecir a Dios y bendecir a los hermanos, bendecir el mundo: ésta es la raíz de la mansedumbre cristiana, la capacidad de sentirse bendecidos y la capacidad de bendecir. Si todos nosotros hiciéramos así, seguramente no existirían las guerras. Este mundo necesita bendición y nosotros podemos dar la bendición y recibir la bendición. El Padre nos ama. Y a nosotros nos queda tan sólo la alegría de bendecirlo y la alegría de darle gracias, y de aprender de Él a no maldecir, sino bendecir. Y aquí solamente una palabra para la gente que está acostumbrada a maldecir, la gente que tiene siempre en la boca, también en el corazón, una palabra fea, una maldición.

Para el diálogo y la meditación.

     Cada uno de nosotros puede pensar: ¿yo tengo esta costumbre de maldecir así? Y pedir al Señor la gracia de cambiar esta costumbre para que nosotros tengamos un corazón bendecido y de un corazón bendecido no puede salir una maldición. Que el Señor nos enseñe a no maldecir nunca sino a bendecir.

viernes, 2 de mayo de 2025

 VIVIR LA ORACIÓN


NUESTRA PARTICIPACIÓN EN LA ORACIÓN:

  La persona debe poner su deseo y su disposición, principalmente su actitud de silencio (apagar ruidos exteriores e interiores). El silencio aún no es contemplación, pero es el esfuerzo que Dios requiere para dársenos y transformarnos.

   El que actúa en la oración es el Espíritu Santo, pero Él no puede actuar en nosotros si no estamos en actitud de adoración, en actitud de reconocernos creaturas dependientes de Dios y, como consecuencia, nos abandonamos a su Voluntad. 

   Es cierto que el Espíritu Santo puede actuar en nosotros aunque no estemos en adoración.  Es cuando el Espíritu Santo nos vence … Puede hacerlo.  De hecho lo hace a veces … como a San Pablo.  El Espíritu Santo puede actuar con fuerza o con suavidad (cf. Sb. 8, 1 en traducción de la Vulgata) Pero normalmente el Espíritu Santo sólo actúa en la medida en que estemos en oración, en disposición de adorar.  Y en la medida que se lo pidamos.  Y debemos pedirle que nos transforme, que nos cambie, que nos santifique, que nos dé tal o cual gracia que necesitamos para ser más parecidos a Jesús y a su Madre.

   La oración de adoración nos hace receptivos y dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo.  La oración nos permite escuchar la suave brisa de la cual le habló Jesús a Nicodemo (cf. Jn. 3, 8), que sopla donde quiere, pero que casi no se escucha … menos aún si no nos silenciamos.

En el silencio recibimos las inspiraciones del Espíritu Santo.

En la adoración nos hacemos dóciles al Espíritu Santo.

   ¿Cuál es la participación de Dios en la oración?

  La participación de Dios escapa totalmente a nuestro control, porque El -soberanamente- escoge cómo ha de ser su acción en el alma del que ora. En ese recogimiento cuando oramos, Dios puede revelarse o no, otorgar o no gracias místicas o contemplativas.  Esta parte, el don de Dios, no depende del orante, sino de El mismo, que se da a quién quiere, cómo quiere, cuándo quiere y dónde quiere.

   Es muy importante tener en cuenta que la efectividad de la oración contemplativa no se mide por el número ni la intensidad de las gracias místicas.  Se mide por la intensidad de nuestra transformación espiritual: crecimiento en virtudes, desapego de lo material, entrega a Dios, aumento en los frutos del Espíritu, etc.

   ¿Por qué se habla de la oración como un combate? 

   Es corriente que los maestros espirituales hablen de la vida espiritual como un combate, comenzando por San Pablo que describe el combate espiritual en Ef 6, 10-18. El campo de batalla es el interior de la persona.  El arma del cristiano es la oración.  Podemos perder ese combate o podemos ganarlo.   Podemos ganar algunas batallas y perder otras, igual que en las guerras.

   Para ganar este combate, tenemos que luchar contra la acedia o pereza espiritual, que es básicamente la falta de interés en las cosas de Dios.  Luego tenemos que vencer las excusas:  “no tengo ganas” o “no tengo tiempo”.

   En resumen tenemos que vencer al Enemigo que no le interesa que nadie ore, pues no quiere que nadie se entregue a Dios, ni que esté del lado de Dios. 

   La oración es un don de la gracia, pero presupone siempre una respuesta decidida por nuestra parte, pues el que ora combate contra sí mismo, contra el ambiente y, sobre todo, contra el Tentador, que hace todo lo posible para apartarlo de la oración. El combate de la oración es inseparable del progreso en la vida espiritual: se ora como se vive, porque se vive como se ora.  (CIC-C #572)

   Así es el combate espiritual.  ¿Estás dispuesto a ganarlo?  ¿O te vas a dar por vencido?