TIEMPO LITÚRGICO
jueves, 28 de diciembre de 2023
miércoles, 20 de diciembre de 2023
ANTÍFONAS DE ADVIENTO O ANTÍFONAS MAYORES
(continuación)
4.-¡Oh Llave de David! y Cetro de la casa de
Israel; que abres y nadie puede cerrar; cierras y nadie puede abrir: ven y
libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
O Clavis David, et sceptrum domus
Israel; qui aperis, et nemo claudit; claudis, et nemo aperit: veni, et educ
vinctum de domo carceris, sedentem in tenebris, et umbra mortis.
Isaías había profetizado:
·
«Pondré la
llave de la casa de David sobre su hombro; abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y
nadie abrirá.» Is. 22:22
· «Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia, desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahveh Sebaot hará eso.» Is. 9:6
5.-¡Oh Sol! que naces de lo alto,
Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los
que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Oh Oriens, splendor lucis aeternae et sol iustitiae: veni et illumina sedentem in tenebris
et umbra mortis.
Isaías había profetizado:
· «El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos.» Is. 9:1-2
6.-¡Oh Rey de las naciones! y Deseado de
los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo: ven
y salva al hombre, que formaste del barro de la tierra.
O Rex Gentium, et desideratus earum, lapisque angularis, qui facis utraque
unum: veni, et salva hominem, quem de limo formasti.
Isaías había profetizado:
·
«Porque una
criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su
hombro, y se llamará su nombre "Maravilla de Consejero", "Dios
Fuerte", "Siempre Padre", "Príncipe de Paz".» Is. 9:5
· «Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra.» Is. 2:4
7.-¡Oh Dios!, rey y legislador nuestro, esperanza
de las naciones y salvador de los pueblos: ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.
O Emmanuel, Rex et legifer noster, exspectatio Gentium, et Salvator earum: veni
ad salvandum nos, Domine, Deus noster.
Isaías había profetizado:
· «Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.» Is. 7:14
Unamos a la oración un recogimiento mayor, una
vigilancia más continua; descendamos con más frecuencia al fondo de nuestra
alma, a fin de purificarla y embellecerla
pensando que debe ser la cuna del Niño divino. Sin embargo, la grande preparación
es renunciar al pecado, al pecado
mortal especialmente, pues ¿qué puede haber de común entre el Hijo de María y
un corazón manchado de iniquidades?
Escuchemos a san Carlos exhortando a su pueblo a santificar el Adviento, y apropiémonos de las palabras del gran Arzobispo: “Durante el Adviento debemos prepararnos para recibir al Hijo de Dios que abandona el seno de su Padre para hacerse hombre, y platicar nosotros; es preciso destinar un poco del tiempo que consagramos a nuestras ocupaciones a meditar en silencio sobre las preguntas siguientes: ¿Quién es el que viene? ¿De dónde viene? ¿Cómo viene? ¿Cuáles son los hombres para los que viene? ¿Cuáles son los motivos y cuál debe ser el fruto de su venida? Cifremos en él nuestras aspiraciones todas a imitación de los justos y Profetas del Antiguo Testamento que por tanto tiempo le esperaron, y para abrirle el camino de nuestro corazón purifiquémonos por medio de la confesión, el ayuno y de la comunión.
lunes, 18 de diciembre de 2023
ANTÍFONAS
DE ADVIENTO O ANTÍFONAS MAYORES
Las antífonas de Adviento o de la O (así llamadas
porque todas empiezan en latín con la exclamación «O», en castellano «Oh».) son siete, y la Iglesia las canta antes y
después del Magníficat con el Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día
23 de diciembre. Son un llamamiento al Mesías
recordando las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su
venida, y, también son, una manifestación del sentimiento con que todos los
años, de nuevo, le espera la Iglesia en los días que preceden a la gran
solemnidad del Nacimiento del Salvador.
Fueron compuestas hacia los siglos
VII-VIII, y se puede decir que son un magnífico compendio de la cristología más
antigua de la Iglesia, y a la vez, un resumen expresivo de los deseos de
salvación de toda la humanidad, tanto del Israel del Antiguo Testamento como de
la Iglesia del Nuevo. Cada antífona empieza por una exclamación, «Oh», seguida
de un título mesiánico tomado del Antiguo Testamento, pero entendido con la
plenitud del Nuevo. Es una aclamación a Jesús el Mesías, reconociendo todo lo
que representa para nosotros. Y termina siempre con una súplica: «ven» y no
tardes más.
Son breves oraciones dirigidas a Cristo Jesús, que condensan el
espíritu del Adviento y la Navidad. La admiración
de la Iglesia ante el misterio de un Dios hecho hombre: «Oh». La comprensión
cada vez más profunda de su misterio. Y la súplica urgente: «ven».
Leídas en sentido inverso las iniciales
latinas de la primera palabra después de la «O», dan el acróstico «erocras», que significa «seré mañana, vendré mañana», que es como la
respuesta del Mesías a la súplica de sus fieles.
1.-¡Oh, Sabiduría!, que brotaste de los
labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín, y ordenándolo todo con
firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino de la salvación.
O Sapientia, quae ex ore Altissimi prodiisti, attingens a fine usque ad finem,
fortiter suaviterque disponens omnia: veni ad docendum nos viam prudentiae.
Isaías había profetizado:
·
«Reposará
sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu
de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh. Y le inspirará
en el temor de Yahveh.» Is. 11:2-3
· «[...] trazar un plan maravilloso, llevar a un gran acierto.» Is. 28-29
2.-¡Oh Poderoso Señor!, jefe de la casa de
Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza encendida, y le diste tu Ley
sobre el monte Sinaí! ¡Ven a rescatarnos con el poder de tu brazo.
O Adonai
et dux domus Israel, qui Moysi in igne flammae rubi apparuisti, et ei in Sina
legem dedisti: veni ad redimendum nos in brachio extento.
Isaías había profetizado:
·
«Juzgará con
justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra.
Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios
matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón
de sus flancos.» Is. 11:4-5
· «Porque Yahveh es nuestro juez, Yahveh nuestro legislador, Yahveh nuestro rey: él nos salvará. Is. 33:22
3.-¡Oh Renuevo del tronco de Jesé!, que te alzas
como un signo para los pueblos; ante quien los reyes enmudecen, y cuyo auxilio
imploran las naciones: ven a librarnos, no tardes más.
O Radix Jesse, qui stas in signum populorum, super quem continebunt reges os
suum, quem Gentes deprecabuntur: veni ad liberandum nos, jam noli tardare.
Isaías había profetizado:
·
«Saldrá un
vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará.» Is. 11:1
·
«Aquel día la
raíz de Jesé que estará enhiesta para estandarte de pueblos, las gentes la
buscarán, y su morada será gloriosa.» Is. 11:10
Jesé era el padre del rey David, y Miqueas había profetizado
que el Mesías provendría de la casa y del linaje de David y que nacería en la
ciudad de David, Belén. Miq. 5:1
(…)
lunes, 11 de diciembre de 2023
PARA EL DIÁLOGO Y LA MEDITACIÓN
DICIEMBRE : ADORAR
AL NIÑO, INFANCIA ESPIRITUAL
Alabado sea el Santísimo Sacramento del
Altar
Con la infancia espiritual experimentamos que todo viene de Dios, a él vuelve y en él permanece, para la salvación de todos, en un misterio de amor misericordioso. Ése es el mensaje doctrinal que enseñó y vivió esta santa. Como para los santos de la Iglesia de todos los tiempos, también para ella, en su experiencia espiritual, el centro y la plenitud de la revelación es Cristo. Teresa conoció a Jesús, lo amó y lo hizo amar con la pasión de una esposa. Penetró en los misterios de su infancia, en las palabras de su Evangelio, en la pasión del Siervo que sufre, esculpida en su santa Faz, en el esplendor de su existencia gloriosa y en su presencia eucarística. Cantó todas las expresiones de la caridad divina de Cristo, como las presenta el Evangelio (Divina Amoris scientia, Juan Pablo II)
La Escritura nos da ejemplo de que sólo haciéndonos como niños podemos
alcanzar la patria: Cuando dice de Jesús que “Le trajeron
entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos.”
¡Eso tenemos que hacer hoy nosotros!
¡Presentarnos como niños a Dios, dejarnos presentar a él por María, para que Él
imponga las manos sobre nosotros y ore sobre nosotros! No se trata hoy de hacer
nosotros, sino de dejarnos hacer como niños.
Nos puede salir ese medio orgullo, tan
“razonable” de los adultos…”Los discípulos los reprendieron”. Pero Jesús les
corrige y nos da una gran enseñanza: «Dejad a los niños, y no les
impidáis que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son
como ellos». Y después de haberles impuesto las manos, se
fue de allí. La relación de los niños con sus padres, nosotros con Dios. ¡Qué
caminito tan sencillo de tocar el centro del Evangelio! ¡Qué formula tan
magnifica la de ponerse a adorar la Eucaristía!
También santa Teresita la descubrió en la Sagrada Escritura:
Jesús se complace en mostrarme el único camino
que conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono
del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre... «El
que sea pequeñito, que venga a mí», dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón.
Y ese mismo Espíritu de amor dijo también que «a los pequeños se les compadece
y perdona». Y, en su nombre, el profeta Isaías nos
revela que en el último día «el Señor apacentará
como un pastor a su rebaño, reunirá a los corderitos y los estrechará contra su
pecho». Y como si todas esas promesas no bastaran, el mismo profeta, cuya
mirada inspirada se hundía ya en las profundidades de la eternidad, exclama en
nombre del Señor: «Como una madre acaricia a su hijo, así os
consolaré yo, os llevaré en brazos y sobre las rodillas os acariciaré».
Los santos nos animan, muy
especialmente santa Teresita del Niño Jesús que
nos enseña a recorrer este camino de la humildad Eucarística, de la
infancia espiritual: “¡Qué dulce fue el primer beso de Jesús a mi
alma! Fue un beso de amor. Me sentía amada y decía a mi vez:
“Te amo, y me entrego a ti para siempre … Ni el precioso vestido que María me
había comprado, ni todos los regalos que había recibido me llenaban el corazón.
Sólo Jesús podía saciarme.”
Dios no quiere darnos su casa de la
tierra; se conforma con enseñárnosla para hacernos amar la pobreza y la vida
escondida. La que nos reserva es su propio palacio de la gloria, donde ya no le
veremos escondido bajo la apariencia de un niño o de una blanca hostia, ¡¡¡sino
tal cual es en el esplendor de su gloria infinita...!!!
Yo me dedicaba sobre todo a
amar a Dios. Y amándolo, comprendí que mi amor no podía expresarse tan sólo en
palabras, porque: «No todo el que me dice Señor, Señor entrará en
el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de Dios». Y esta
voluntad, Jesús la dio a conocer muchas veces, debería decir que casi en cada
página de su Evangelio. Pero en la última cena, cuando sabía que el corazón de
sus discípulos ardía con un amor más vivo hacia él, que acababa de entregarse a
ellos en el inefable misterio de la Eucaristía, aquel dulce Salvador quiso
darles un mandamiento nuevo. Y les dijo, con inefable ternura: os doy un
mandamiento nuevo: que os améis unos a otros, que os améis unos a otros igual
que yo os he amado. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos
míos, será que os amáis unos a otros.
Preguntas para el diálogo y la meditación.
■ ¿Conozco los escritos de
santa Teresita y su infancia espiritual?
■ ¿Cómo puede ayudarnos a
hacer mejor nuestra adoración?
■ El adviento está haciendo
crecer en mí la esperanza, la confianza?
lunes, 4 de diciembre de 2023
miércoles, 1 de noviembre de 2023
TODOS LOS SANTOS Y DÍA DE LOS DIFUNTOS
Noviembre, un mes que comenzamos con el recuerdo de la
muerte y de nuestros difuntos. Aunque de hecho el mes comienza no con la
conmemoración de los fieles difuntos –día 2-, sino con la gozosa celebración de
todos los santos –día 1-. Es decir, que anteponemos la vida a la muerte; la
vida en Dios, en el cielo, de quienes se abrieron, en la vida y en la muerte, a
su bondad y a su misericordia, en la fe, la esperanza y el amor. Las dos celebraciones nos
sitúan ante el misterio de la muerte y nos invitan a renovar nuestra fe y
esperanza en la vida eterna.
En la
fiesta de Todos los Santos celebramos los méritos de
todos los santos. Eso significa sobretodo
celebrar los dones de Dios, las maravillas que Dios ha obrado en la vida de
estas personas, su respuesta a la gracia de Dios, el hecho de que seguir a Cristo con todas las
consecuencias es posible. Una multitud inmensa de santos canonizados y otros no
canonizados. Ellos han llegado a la
plenitud que Dios quiere para todos. Celebramos y recordamos también la llamada
universal a la santidad que nos hace el Señor: “Sed perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48).
En el Día de Difuntos, la Iglesia nos
invita a rezar por todos los difuntos, no sólo por los de la
familia o los seres más cercanos, sino por todos, incluyendo especialmente a aquellos de los que nadie hace memoria. La costumbre de orar por los difuntos es tan antigua
como la Iglesia, pero la fiesta litúrgica se remonta al 2 de noviembre de 998
cuando fue instituida por san Odilón, monje benedictino y quinto abad de Cluny
en el sur de Francia. Roma adoptó esta práctica en el siglo XIV y la fiesta se
fue expandiendo por toda la Iglesia. En este día contemplamos el misterio de la Resurrección
de Cristo que abre para todos el camino de la
resurrección futura.
En estos
días, una de nuestras tradiciones más arraigadas es la visita a los cementerios
para cumplir con los familiares difuntos. Momento de oración, momento para el
recuerdo de los seres queridos que nos han dejado, momento de reunión familiar…
Estas tradiciones y costumbres tan nuestras se ven desde hace algún tiempo invadidas por las que llegan de otros lugares, que son popularizadas por el cine y la televisión y que parecen teñidas de superficialidad y consumismo. No es mi intención minusvalorarlas, pero sería una lástima que un planteamiento meramente lúdico entre la broma y el terror a base de calabazas, calaveras, brujas, fantasmas y otros seres terroríficos, acabe desplazando las seculares tradiciones de nuestra tierra, más fundamentadas en la convivencia y el encuentro festivo con la familia y los seres queridos; en la oración por nuestros difuntos, y en la contemplación de Dios, el Santo, que nos llama a la perfección.
+ Jose Àngel Saiz Meneses, Arzobispo de Asidonia-Jerez. (DE UNA CARTA PASTORAL)
miércoles, 18 de octubre de 2023
PARA EL DIÁLOGO Y LA MEDITACIÓN
OCTUBRE : ADORACIÓN
Y ROSARIO.
Alabado sea el Santísimo Sacramento del
Altar
Es muy frecuente que en
las Vigilias de ANE recemos el Rosario. Y ya
que estamos en octubre, vamos a reflexionar por qué dice
el Catecismo que toda la vida de Cristo es misterio. Y que todos los
misterios de la vida de Cristo son 3 cosas: Revelación,
Redención, Recapitulación.
Revelación. porque
sus
palabras y sus obras, sus silencios y sus sufrimientos, su manera de ser y de
hablar nos "manifestó el amor que nos
tiene" el Padre, con los rasgos más sencillos de sus
misterios.
Redención.
Porque si bien la Redención nos viene ante todo por la sangre de
la cruz, este misterio está ya actuando en toda la vida de
Cristo: ya en su Encarnación, en su vida oculta, en su palabra, en sus
curaciones y en sus exorcismos… en su Resurrección, por medio de la cual nos
justifica
Recapitulación.
Todo lo que Jesús hizo, dijo y sufrió, tuvo como finalidad restablecer al
hombre caído en su vocación primera, recapituló en sí mismo la larga historia
de la humanidad y ha vivido todas las edades de la vida humana, devolviendo
así a todos los hombres la comunión con Dios.
Al rezar el Rosario,
repasamos los misterios de la vida de Cristo con los ojos de María. Cristo
vivió todos esos misterios “para nosotros”, como un “modelo de
todas las virtudes”, y para que nosotros podamos “vivirlo en Él y Él en
nosotros”. Esto es algo muy bello, los cristianos tenemos que
configurarnos con la vida de Cristo. Y una manera ideal de hacerlo es la
adoración-comunión Eucarística. Pero otra muy fructífera es el Rosario.
Nadie se ha dedicado con la asiduidad de
María a la contemplación del rostro de Cristo. Los
ojos de su corazón se concentran de algún modo en Él ya en la Anunciación…
Desde entonces su mirada, siempre llena de adoración y asombro, no se apartará jamás
de Él. Será a veces una mirada interrogadora,
como en el episodio de su extravío en el templo: « Hijo, ¿por qué nos has hecho
esto? » será en todo caso una mirada penetrante,
capaz de leer en lo íntimo de Jesús, hasta percibir sus sentimientos escondidos
y presentir sus decisiones, como en Caná; otras veces será una
mirada dolorida, sobre todo bajo la cruz, donde todavía será,
en cierto sentido, la mirada de la 'parturienta', ya que María no se limitará a
compartir la pasión y la muerte del Unigénito, sino que acogerá al nuevo hijo
en el discípulo predilecto confiado a Ella; en la mañana de
Pascua será una mirada radiante por la alegría de la resurrección y, por
fin, una mirada ardorosa por la efusión del Espíritu en el día de Pentecostés. (Rosarium Virginis Mariae, Juan Pablo
II)
La Escritura nos da ejemplo de
que a Jesús (y a María) no les disgusta que les repitamos mil veces que les
queremos… Un pasaje muy oportuno nos lo recuerda, cuando Jesús ya
resucitado se aparece de nuevo en el lago de Galilea:
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Muchos padres han visto en la mención al pan y los peces (ixcis) una alusión eucarística. Así que este contexto bien nos puede ayudar a nuestra vigilia de este mes. Con Jesús, que está presente en el pan. Que nos invita a estar con él. Jesús les dijo: «Traed algunos de los pescados que acabáis de sacar». Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: «Venid a comer». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres», porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
También nosotros sabemos que
ahí está el Señor. Y contemplamos este misterio con los ojos de María, con esa
misma mirada de asombro, de fe, de cariño… Y le repetimos muchas veces, con
cada Ave María, cómo lo queremos…
“Después de comer, Jesús dijo a Simón
Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le respondió: «Sí,
Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos». Le
volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le
respondió: «Sí, Señor, saber que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis
ovejas». Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le
dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero».
Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.”
Ojalá que después de cada ave maría,
notemos cómo Jesús y María nos dicen, “yo también confío en ti”, “yo también te
quiero”. Repetir es algo muy humano. Mil veces al día respiramos, pestañeamos,
saludamos todos los días a las mismas personas… Solo quien repite guarda en la
memoria… Se ve que a Jesús le gusta que repitamos que le queremos. Y a nosotros
nos hace bien. Sólo quien guarda ese amor en la memoria y en el corazón puede
hacer lo que Jesús pide a Pedro:
Y después de hablar así, le dijo:
«Sígueme».
La Santísima Virgen reveló
un día al Beato Alano de la Rupe, que después del Santo Sacrificio de la Misa
–primera y más viva memoria de la pasión de Jesucristo– no
hay oración más excelente ni meritoria que el Rosario
-segunda memoria y representación de la vida y pasión del Señor.
¡Nadie podrá comprender jamás el tesoro de
santificación que encierran las oraciones y misterios del Santo Rosario! La
meditación de los misterios de la vida y muerte del Señor constituye para
cuantos la practican una fuente de los frutos más maravillosos. Hoy se quieren
cosas que impacten, conmuevan y produzcan en el alma impresiones profundas.
Ahora bien, ¿habrá en el mundo algo más conmovedor que la historia maravillosa
del Redentor desplegada en quince cuadros que nos recuerdan las grandes escenas
de la vida, muerte y gloria del Salvador del mundo? ¿Hay oraciones más
excelentes y sublimes que la oración dominical y la salutación angélica? ¡Ellas
encierran cuanto deseamos y podemos necesitar!
Preguntas para el diálogo y la meditación.
■ ¿Rezo todos los días el
Rosario?
■ ¿Lo llevo conmigo? ¿Qué tal lo rezo?
■ ¿Puedes compartir alguna
cosa que te ayude a rezarlo mejor?
■ ¿Voy conociendo los
misterios de la vida de Cristo con ojos contemplativos? ¿Medito los evangelios?