ABRIL : TRIDUO PASCUAL
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON
DIOS
… En cada Santa Misa
actualizamos toda la redención conseguida una vez para siempre y se
hace realidad en el hoy de nuestra vida, “todos quedamos santificados por la
oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre” (Heb. 10,10).
Nuestra vida, ha de ser, vivir de la
Eucaristía, con la Eucaristía y en la Eucaristía, hacer
del encuentro con el Señor resucitado en el Sacramento una
senda de vida con Él, un camino de santidad en mi vida, para
que, con la Verdad, llegue a través del Sacramento a la plenitud de la Vida, el
que come de este pan vivirá para siempre. Agradezcamos el gran
don de su entrega redentora por amor a mí, cuando llegó la
plenitud de los tiempos, tiempos de la venida y redención que la actualizamos
en cada misa hasta que vuelva, No beberé el vino… Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús.
Si fuésemos conscientes del don de la
redención que se realiza en el Sacramento de la Eucaristía, haríamos de nuestra
vida una mayor presencia eucarística, dentro de las obligaciones de cada uno,
como lo hacía el labriego de Ars, y todos los santos, conscientes
de que la plenitud de la Redención, ya que toda la Santidad de
la Iglesia, se encuentra en el Sacramento, desde donde el
Corazón Eucarístico de Jesús nos da a beber de la fuente de agua Viva.
"No podemos vivir sin el domingo”
repetían los mártires ante los gobernadores que les prohibían celebrar
la Misa. Ellos hicieron de su vida una ofrenda viva, unida a la
de Jesucristo, convirtiéndose en corredentores con Él, suplo lo que falta a la
pasión de Cristo por la Iglesia, se convirtieron en una
Eucaristía viva para la redención del mundo, la sangre de los
mártires es semilla de cristianos. Sin su entrega del viernes, no podríamos
tener la Eucaristía, fruto de su muerte y resurrección. Con su sangre derramada
en la Cruz puso en paz todas las cosas.
No podemos separar el don de
la redención, que se nos da cada día en
nuestra senda eucarística, con el sacramento de la Penitencia, ante
la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón, nos recordaba
el Papa Francisco. Recibir el perdón de Dios de su misericordia, recibir la
purificación de nuestros pecados con su sangre en la confesión, para
experimentar la misericordia de Dios en nuestros corazones gracias a su Hijo, y
ser transformados con el don del Espíritu Santo, viviendo la senda eucarística,
la vida de gracia, “vendremos a él y haremos morada en él”, para que mostremos
la misericordia y el perdón a las personas con las que nos encontramos cada
día.
El amor del Sagrado Corazón
de Jesús se nos manifiesta especialmente en la Eucaristía y en la Penitencia, “el
amor ardiente a su Corazón es una imitación de sus virtudes, principalmente de
la humildad, del celo, de la dulzura, del espíritu de inmolación; y un celo
incansable para suscitar amigos y reparadores, que le consuelen con su propio
amor”, nos recordaba san Juan Pablo II.
En cada vigilia rezamos, como Iglesia, el acto de desagravio al Corazón Sacratísimo, acto de reparación, hoy tan urgente y necesario, le pedimos al Venerable Luis que lo hagamos en su mismo espíritu, que él tanto insistía, especialmente en este mes que celebramos la plenitud de la redención con el Triduo Pascual, actualidad de desagraviar al Señor a la que nos anima san Juan Pablo II, “La animación y robustecimiento del culto eucarístico son una prueba de esa auténtica renovación que el Concilio se ha propuesto como finalidad y de la que es el punto central. La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las graves faltas y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración”. Desde la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre, en junio de 1980, san Juan Pablo II, nos insiste en la misma idea a nosotros adoradores nocturnos: “desde hace casi un siglo perdura la incesante adoración al Santísimo Sacramento, sin interrupción día y noche. Y sin interrupción hay hombres que rezan, que adoran, que, en el espíritu de Santa Margarita María, ofrecen reparación a aquel Corazón que tanto ha amado al mundo, y al hombre en este mundo, y que recibe de éste tantos ultrajes y olvidos”. Vivamos nuestra noche acompañando a Jesús, agradeciendo el don de la Redención, plenitud de la misericordia, que se nos da en la Eucaristía y en la Penitencia, fomentemos la reparación, Jesús mismo nos pide la limosna de tener misericordia con Él, por el olvido, desprecio y persecución y exclusión en la vida de las personas, y sobre todo de la familia y de la sociedad.
Con el gozo de la
resurrección, incrementemos nuestro amor y esperanza en la victoria de
Jesucristo sobre el pecado y sobre la muerte, en la espera gozosa de su reino
de amor. ¡Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por
siempre, Señor!
Preguntas para
el diálogo y la meditación.
■ ¿Agradezco en cada
Eucaristía que participo en don de la Redención?
■ ¿Practico oraciones, actos
de consolar y reparar al Señor con otras personas?
■ ¿Vivo la misericordia que el
Señor me pide y la transmito a las personas?
■ ¿Recibo el sacramento de la
penitencia para prepararme a la vigilia mensual?