TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 26 de febrero de 2022


     El próximo 2 de marzoMiércoles de Ceniza, comienza la Cuaresma. Un tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es un momento para arrepentirnos de nuestros pecados y cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

     A lo largo de estos 40 días, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios. Ante este tiempo especial de purificación, debemos tener presente la vida de oración, condición indispensable para el encuentro con Dios. Asimismo, también debemos intensificar la escucha y la meditación atenta a la Palabra de Dios, la asistencia frecuente al Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía, lo mismo que la práctica del ayuno, según las posibilidades de cada uno.

     La Ceniza nos recuerda nuestra condición débil y caduca. Esto nos llena de humildad, “polvo y ceniza son los hombres. La ceniza quiere expresar al principio de la Cuaresma la conversión, la tristeza por el mal que hay en nosotros y del que queremos liberarnos en nuestro camino a la Pascua. Nos hace bien recordar, al menos una vez al año, en el comienzo de la Cuaresma, que somos polvo y en polvo nos vamos a convertir. La imposición de la ceniza nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el cielo.


      El sacramento de la Penitencia…

que tanta importancia tiene en la vida del cristiano, actualiza la eficacia redentora del misterio pascual de Cristo. En el gesto de la absolución, pronunciada en nombre y por cuenta de la Iglesia, el confesor se convierte en el instrumento consciente de un maravilloso acontecimiento de gracia. Obedeciendo con dócil adhesión al magisterio de la Iglesia, se hace ministro de la consoladora misericordia de Dios, muestra la realidad del pecado y manifiesta al mismo tiempo la ilimitada fuerza renovadora del amor divino, amor que devuelve la vida. Así pues, la confesión se convierte en un renacimiento espiritual, que transforma al penitente en una nueva criatura. Sólo Dios puede realizar este milagro de gracia, y lo hace mediante las palabras y los gestos del sacerdote. El penitente, experimentando la ternura y el perdón del Señor, es más fácilmente impulsado a reconocer la gravedad del pecado, y más decidido a evitarlo, para permanecer y crecer en la amistad reanudada con él.

Benedicto XVI


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