FEBRERO : ADORACIÓN Y SILENCIO
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR
LA INTIMIDAD CON DIOS
SILENCIO ANTE EL REY
Un mes más somos convocados a
nuestra Vigilia de Adoración Nocturna, a nuestra presencia
silenciosa ante el Señor Sacramentado. En nuestro mundo ruidoso ¡qué
fuerza tiene el silencio orante de la noche! Es una parte
esencial de nuestras vigilias, desde los tiempos de su fundador Luis de
Trelles, un largo rato de silencio contemplativo ante la Eucaristía. Después de
asistir al Santo Sacrificio, después de orar con los Salmos, hagamos silencio y
pidamos
al Señor nos dé un silencio profundo y contemplativo.
El silencio mismo es la primera de las
alabanzas. El alma, sintiendo la impotencia de expresar con palabras
su gratitud, o de encontrar términos para hacer
comprender lo que experimenta renuncia a hablar a su
divino Jesús; se contenta con mantenerse
recogida y atenta en su presencia. María Magdalena era feliz a
los pies de su Salvador; nada le decía con los labios pero su corazón era como
una flor expuesta a los rayos del sol; recibía la dulce influencia de la luz y
del calor y, como la flor, daba su perfume de humilde y dulce alegría. Así el
alma se mantiene en presencia del divino huésped en una especie de recogimiento
pasivo para recibir los rayos del Sol de justicia. (LS, T.I 263).
No sin razón el Catecismo
nos dice que nuestros templos deben ser espacios que inviten "al
recogimiento y a la oración silenciosa", pues sólo entrando
en el propio interior por la oración podemos prolongar e interiorizar la gran
plegaria de la Eucaristía. Eso mismo deben ser nuestras vigilias, y
hemos de intentar guardar un silencio respetuoso y recogido. Un
silencio orante.
La contemplación es
silencio, este “símbolo del mundo venidero” o “amor
silencioso” Las palabras en la oración contemplativa no
son discursos sino ramillas que alimentan el fuego del amor. En este silencio,
insoportable para el hombre “exterior”, el Padre nos da a conocer a su Verbo
encarnado, sufriente, muerto y resucitado, y el Espíritu filial nos hace
partícipes de la oración de Jesús. (CEC
2717).
El Magisterio nos enseña que
el silencio es condición esencial para la contemplación. Hay que recoger el
corazón, con la ayuda del Espíritu Santo. Poner nuestro
entendimiento, voluntad, memoria, afectos y sentidos todos centrados en Jesús, "para
entrar en su presencia". Dejar que se caigan
nuestras máscaras y dejar que fluya un diálogo "de corazón
a Corazón" como decía San
Juan Newman. Es
un diálogo sin palabras, de amor y de silencios.
En el silencio sucedieron
las mayores maravillas de la salvación. En el silencio de la noche María
dio a luz al Hijo de Dios en carne humana. En el silencio de la
noche también resucitó el cuerpo de Jesús en el
sepulcro. "La noche es tiempo de salvación"
dice un himno, porque en el silencio actúa Dios. Este silencio es un verdadero
don, una gracia, es más profundo que el silencio puramente
"material", pero sin este no se llega a aquel. Y a la vez en el
silencio interior se puede llegar a la comunión, a la adoración.
Cuando Luis de Trelles pone como lema de
nuestra revista aquel "fugit, tacet, quiescat" es
decir "huye" (del ruido mundano) "calla" (tus pensamientos
humanos) y "reposa" (haz silencio corporal), lo
que está haciendo es invitarnos a un silencio total que
nos permita adorar con calidad a nuestro Dios.
En las Sagradas Escrituras tenemos algunos ejemplos de
este silencio contemplativo. (Cf. Lc 10, 28-43) María
de Betania, cuando se pone a los pies de Jesús no
habla, no pide, no explica, ni siquiera pregunta… sólo
escucha. Entró en un
pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una
hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra,
mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. ¡Ni siquiera se da cuenta
de lo que pasa a su alrededor! Ella ha recibido un gran regalo, un silencio
profundo que es como esas conchas en cuyo interior se forman las más hermosas
perlas. Cuando su hermana intenta romper ese silencio. Jesús sale a defenderla:
Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en
el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te
preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de
una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.»
El mismo Jesús nos da
ejemplo de silencio, especialmente en las horas de su agonía.
Cuando sufre los escarnios y las burlas de la pasión. Cuando
es interrogado por Herodes, el Evangelio nos dice "Jesús
callaba". ¡Cómo ha impresionado este silencio a las
almas contemplativas! Jesús va como un cordero, inocente, dócil y silencioso a
entregarse en sacrificio en la cruz.
Así Luis
de Trelles: "Jesús
se calla, y, sin embargo, escuchad bien en el fondo de
vuestras almas este penetrante y vencedor silencio, que
conmovió el corazón de Pedro y lo cambió en dos manantiales de lágrimas. Puro,
silencioso, sencillo en el altar, inmolado para la salvación del pueblo, Jesús
es un cumplimiento tan perfecto del misterio que figuraba el cordero de la
antigua ley" (LS,
TX p.254).
O Santa
Teresa de Calcuta: “Necesitamos
encontrar a Dios, y no lo podemos encontrar en el ruido y la inquietud. Dios es
amigo del silencio. Observa cómo la naturaleza
–los árboles, las flores, la hierba– crece en silencio; observa las estrellas,
la luna y el sol, cómo se mueven en silencio... Necesitamos el silencio para
poder tocar las almas.”
Preguntas para el diálogo y la meditación.
■ ¿Qué es lo que más te distrae en la oración?
■ ¿Cómo podemos hacer mayor silencio durante el
día para orar mejor por la noche?
■ ¿Has tenido alguna vez una experiencia de
tiempo prolongado de silencio?