TIEMPO LITÚRGICO
miércoles, 1 de noviembre de 2023
TODOS LOS SANTOS Y DÍA DE LOS DIFUNTOS
Noviembre, un mes que comenzamos con el recuerdo de la
muerte y de nuestros difuntos. Aunque de hecho el mes comienza no con la
conmemoración de los fieles difuntos –día 2-, sino con la gozosa celebración de
todos los santos –día 1-. Es decir, que anteponemos la vida a la muerte; la
vida en Dios, en el cielo, de quienes se abrieron, en la vida y en la muerte, a
su bondad y a su misericordia, en la fe, la esperanza y el amor. Las dos celebraciones nos
sitúan ante el misterio de la muerte y nos invitan a renovar nuestra fe y
esperanza en la vida eterna.
En la
fiesta de Todos los Santos celebramos los méritos de
todos los santos. Eso significa sobretodo
celebrar los dones de Dios, las maravillas que Dios ha obrado en la vida de
estas personas, su respuesta a la gracia de Dios, el hecho de que seguir a Cristo con todas las
consecuencias es posible. Una multitud inmensa de santos canonizados y otros no
canonizados. Ellos han llegado a la
plenitud que Dios quiere para todos. Celebramos y recordamos también la llamada
universal a la santidad que nos hace el Señor: “Sed perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48).
En el Día de Difuntos, la Iglesia nos
invita a rezar por todos los difuntos, no sólo por los de la
familia o los seres más cercanos, sino por todos, incluyendo especialmente a aquellos de los que nadie hace memoria. La costumbre de orar por los difuntos es tan antigua
como la Iglesia, pero la fiesta litúrgica se remonta al 2 de noviembre de 998
cuando fue instituida por san Odilón, monje benedictino y quinto abad de Cluny
en el sur de Francia. Roma adoptó esta práctica en el siglo XIV y la fiesta se
fue expandiendo por toda la Iglesia. En este día contemplamos el misterio de la Resurrección
de Cristo que abre para todos el camino de la
resurrección futura.
En estos
días, una de nuestras tradiciones más arraigadas es la visita a los cementerios
para cumplir con los familiares difuntos. Momento de oración, momento para el
recuerdo de los seres queridos que nos han dejado, momento de reunión familiar…
Estas tradiciones y costumbres tan nuestras se ven desde hace algún tiempo invadidas por las que llegan de otros lugares, que son popularizadas por el cine y la televisión y que parecen teñidas de superficialidad y consumismo. No es mi intención minusvalorarlas, pero sería una lástima que un planteamiento meramente lúdico entre la broma y el terror a base de calabazas, calaveras, brujas, fantasmas y otros seres terroríficos, acabe desplazando las seculares tradiciones de nuestra tierra, más fundamentadas en la convivencia y el encuentro festivo con la familia y los seres queridos; en la oración por nuestros difuntos, y en la contemplación de Dios, el Santo, que nos llama a la perfección.
+ Jose Àngel Saiz Meneses, Arzobispo de Asidonia-Jerez. (DE UNA CARTA PASTORAL)