ENERO: ADORACIÓN EUCARÍSTICA
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON
DIOS
No cese nunca nuestra adoración…
¡Qué importante recordar siempre nuestra
vocación! Volver al Amor Primero. ¿Para qué venimos a la ANE?
Para adorar la Eucaristía. Y esto es fundamental. Adorar, como nos
recuerda el Catecismo, es la primera actitud del hombre que se reconoce
criatura ante su Creador. ¿Qué es adorar? ¿En qué consiste esta actitud? Se
trata de humillar el espíritu ante el “Rey de la gloria” y callar en silencio
respetuoso, en presencia de Dios “siempre mayor”.
Y esto por dos motivos muy importantes: la
adoración exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho y la omnipotencia del
Salvador que nos libera del mal. Dios es nuestro Creador y Redentor. Por eso el
primer deber de la criatura y del salvado, es adorar a este Dios tan bueno.
Adorar mucho a Dios en la
Eucaristía produce dos efectos preciosos en nuestra alma: nos
llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas. Nos
hace pequeños y confiados, como los niños, dependientes en todo de Dios, pero,
a la vez, seguros de que Él nos cuida.
“La Iglesia y el mundo tienen una gran
necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este
sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la
adoración, en la contemplación llena de fe y abierta
a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No
cese nunca nuestra adoración” (Juan
Pablo II, Carta Dominicae Cenae, 3).
Tenemos ejemplos de
adoración en las Sagradas Escrituras: los Reyes Magos, por
ejemplo, tienen claro a qué vienen a Jerusalén, “¿Dónde
está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en
Oriente y hemos venido a adorarlo” “La
estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el
lugar donde estaba el niño” “y al entrar en la casa, encontraron al niño con María,
su madre, y postrándose, le adoraron. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron
dones, oro, incienso y mirra.”
Hoy nos toca imitar a los
Reyes Magos. Vengamos de donde vengamos (de dificultad, de pereza, de sueño, de
sequedad…), no importa. Lo importante es que venimos a
adorarlo. Queremos reconocer, como los Reyes Magos, más allá de sus disfraces,
a Dios escondido. Le adoramos, como un niño pequeño en un pesebre, y le
adoramos, tras las especies eucarísticas en una custodia. No es tan distinto. Sabemos
que su Presencia es verdadera, real y substancial, de su Cuerpo y Sangre, alma
y divinidad: Cristo entero. Somos guiados a Él por una estrella. Es
como una luz, la luz de la fe que
nos trae todos los meses a adorar la presencia Eucarística, como atrajo a los
Magos a la adoración. Y una luz que también puede representar a
María; ella siempre nos precede, va antes que nosotros, y
cuando llegamos a Jesús, ¡allí está ya ella! María nos atrae a Jesús, nos atrae
a la Adoración, María es nuestra madre en la fe y, a la vez, la
Madre de Jesús. Y por eso ¡qué mayor alegría para ella que
ver a sus hijos reunidos! Como a los Magos, Ella nos acompaña en esta noche.
Ante Jesús, en esta noche, iluminados
por su estrella, también nosotros abrimos nuestros cofres. Ofrecemos a Jesús
nuestras posesiones, nuestras oraciones, nuestras debilidades… nuestro oro,
incienso y mirra. Reconozcamos su Divinidad, su Humanidad y su
Realeza en esta noche de Adoración. Notaremos fruto espiritual en nuestras
almas. Volveremos por otro camino a nuestro quehacer diario.
También los Santos nos
animan a adorar: el recientemente canonizado Carlos de
Foucauld confiesa que se esfuerza “por multiplicar las horas de
exposición del Santísimo Sacramento”; se admira contemplando la belleza de las
puestas de sol en el desierto y sus claras noches, pero confiesa que “abrevio
estas contemplaciones y vuelvo delante del sagrario… hay más belleza en el
sagrario que en la creación entera”. Su deseo, tal como dejó
escrito, fue fundar “una orden de monjes que adoren este Corazón día y noche en
la Santa Hostia expuesta, extendiendo su presencia, multiplicándola y elevando
a un gran número de personas en un lugar, donde la santa Eucaristía y el divino
Corazón irradian luz del mundo sobre muchas regiones de infieles durante
siglos”. Cuando se instala en Tamanrasset, lo primero que hace es construir una
pequeña capilla, donde exponer el Santísimo, y escribe en su diario “Sagrado
Corazón de Jesús, gracias por este primer tabernáculo en país tuareg. Sagrado
Corazón de Jesús, irradiad desde el fondo de este tabernáculo sobre este pueblo
que os adora sin conoceros. Iluminad, dirigid, salvad estas almas que amáis.”
Que nuestra adoración sea
hoy con fruto. Como la de los Reyes Magos, como la de
Carlos de Foucauld, rindamos homenaje a nuestro Dios y Salvador silencioso en
esta presencia eucarística, ofrezcamos nuestros dones a Cristo y
pidamos al Sagrado Corazón por el mundo entero, para que lo guíe y salve desde
la Eucaristía.
Preguntas para el diálogo y la meditación
■ ¿Recuerdas la primera vez
que viniste a una Vigilia de la ANE?
■ ¿Tu amor sigue siendo el
mismo?
■¿Notas que la adoración te
hace más humilde, más confiado, que te cambia el corazón?
■ ¿A qué otras maneras de
rezar nos lleva la adoración?
¡NO CESE NUNCA NUESTRA
ADORACIÓN!