JULIO 2022
«Solo una cosa es necesaria» (Lc 10, 42).
Jesús va camino de Jerusalén, donde ya
está a punto de cumplirse su misión, y se detiene en un pueblo, en casa de
Marta y María. El evangelista Lucas describe así la acogida que le reservan a Jesús
las dos hermanas: Marta, que desempeña el papel tradicional de señora de la
casa, «estaba atareada en muchos quehaceres» (Lc 10,40)[1] propios de la
hospitalidad, mientras que María, «sentada a los pies del Señor, escuchaba su
Palabra» (v, 39). La atención de María se opone a la agitación de
Marta; y, en efecto, a sus quejas por haberse quedado sola sirviendo, Jesús
replica: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una
es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no le será quitada» (vv. 41-42)[2]. Este pasaje se sitúa
entre la parábola del buen samaritano -tal vez la página más
elevada en relación con la caridad hacia el prójimo- y esa otra en la que Jesús enseña a sus
discípulos cómo rezar -seguramente la página más elevada en la
relación con Dios-Padre-, lo que constituye casi el justo medio entre el amor
al hermano y el amor a Dios.
«Solo una
cosa es necesaria»
Las protagonistas de este pasaje del
Evangelio son dos mujeres. El diálogo que se desarrolla entre Jesús y Marta
describe su relación de amistad, que le da pie a esta a lamentarse ante su
Maestro. Pero ¿cuál es el servicio que Jesús desea? Lo que Él desea es que
Marta no se afane, que salga del papel tradicional asignado a las mujeres y se
ponga también ella a escuchar su Palabra, como María, que adopta una nueva
categoría, la de discípula. A menudo se ha reducido el mensaje de este texto a
una contraposición entre la vida activa y la vida contemplativa, casi como dos
enfoques religiosos alternativos. Pero tanto Marta como María aman a Jesús y
quieren servirle. De hecho, el Evangelio no dice que
sea más importante orar y escuchar la Palabra que la caridad; lo que hace falta
más bien es encontrar el modo de unir estos dos amores indisolublemente. Dos
amores -el amor a Dios y el amor al prójimo- que no se contraponen, sino que
son complementarios, porque el Amor es uno.
«Solo una
cosa es necesaria»
Así pues, falta por entender bien qué es
lo único necesario. En esto nos puede ayudar el inicio de la frase: «Marta,
Marta...» (v. 41). La repetición del nombre, que puede sonar casi
como anunciadora de un reproche, en realidad responde a la modalidad propia de
la «llamada vocación». O sea, parece que Jesús llama a Marta a un nuevo modo de
relacionarse, a tejer un vínculo que no sea el de una servidora sino el de una
amiga que entra en una relación profunda con Él. Escribe Chiara Lubich: «Jesús se valió de esta
circunstancia para explicar lo más necesario en la vida del ser humano. [...] Escuchar la Palabra de
Jesús. Y para Lucas, que escribió este pasaje, escuchar la Palabra significa también
vivirla. [...] Y esto es lo que tienes que hacer
también tú: acoger la Palabra y dejar que obre en ti una transformación. No
solo eso, sino permanecer fiel a ella, guardándola en el corazón para que modele tu vida, como la tierra guarda en
su seno la semilla para que germine y dé fruto. O sea, dar frutos de vida
nueva, efectos de la Palabra»[3].
«Solo una
cosa es necesaria»
¡Cuántas ocasiones tenemos también
nosotros de acoger al Maestro en la intimidad de nuestra casa, precisamente
como Marta y María, a cuyos pies podemos ponernos a escucharlo como auténticos
discípulos! Con frecuencia, la ansiedad, la enfermedad, las obligaciones e
incluso las alegrías y satisfacciones nos distraen, en la vorágine de tantas cosas
por hacer, y no nos dejan tiempo para detenernos a reconocer al Señor ni para
escucharlo. Esta Palabra es una ocasión excelente para ejercitarnos en elegir
la mejor parte, es decir, escuchar su Palabra y así adquirir la libertad
interior que nos lleva a actuar en consecuencia en nuestra vida diaria: una acción que es fruto
de una relación de amor que da sentido al servicio y a la escucha.
Leticia
Magri
[1]
Lc 10, 40. El verbo perispáomai tiene dos sentidos:
puede significar «estar completamente ocupado, estar fuertemente
sobrecargado» o bien «estar distraído».
[2]
En estos versículos seguimos la Biblia de la CEE en
lugar de la Biblia de Jerusalén porque se acerca más a la versión italiana.
[3] C. LUBICH, Palabra de vida, julio 1980, en EAD., Palabras de vida/1, Ciudad Nueva, Madrid 2020, pp. 181-182.