TIEMPO LITÚRGICO
miércoles, 30 de octubre de 2024
martes, 29 de octubre de 2024
ES BUENO QUE RECÉIS POR LOS DIFUNTOS
Visitad los cementerios.
Como es costumbre en
nuestra tradición cristiana, vais a visitar los cementerios. Junto a esa
invocación a Todos los Santos para que intercedan por nosotros, tenéis un
recuerdo especial por aquellos que conocisteis y con los que vivisteis momentos
especialmente importantes en vuestra vida. También queréis para ellos esa
plenitud de vida de estar junto a Dios. Es bueno que no
entréis en la cultura del “olvido”, que es
la de hombres y mujeres sin patria y sin suelo, sino en la de las
raíces que nacen del “recuerdo” de aquellos que os
precedieron y que
pusieron suelo y fundamento a sus vidas en Jesucristo.
Convencidos de que en la vida y en la muerte somos de Dios.
Cuando vais a los cementerios, estoy seguro que no lo hacéis por una costumbre más de las muchas que tenemos en nuestra vida. En nuestro pueblo, lo que es patrimonio de todo ser humano, como es vivir desde la convicción de que “somos de Dios en todas las circunstancias y acontecimientos de nuestra existencia”, está muy presente. Es muy difícil encontrar a alguien que, desde planteamientos quizá diferentes, no tenga en lo más profundo de su corazón estas convicciones existenciales. De tal manera, que pocas personas faltan a esa cita anual ante la tumba de sus seres queridos. Y ello, no es resultado de costumbres ancestrales, sino de convencimientos profundos nacidos de ese manantial que está en lo más hondo del corazón del hombre que nos dice que “somos de Dios y para Dios”. ¡Qué toque especial habrá dado Dios a esta tierra, para sentir tan profundamente esta realidad! Es algo que nace de una profundidad muy distinta a lo que algunos quieren explicar, pues nace de Dios mismo. Nace de creer en eso que nos dice el Prefacio de la Misa de Difuntos: “la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo”.
Haced la visita al cementerio con una preparación.
¿Qué preparación os
propongo? Id al cementerio así:
1º) Recordando.- la perspectiva que San
Juan Pablo II en la carta apostólica “Tertio millennio adveniente” nos pedía: “Toda
la vida cristiana es como una gran peregrinación hacia la casa del Padre, del cual se descubre
cada día su amor incondicional por toda criatura humana, y en particular por el
hijo pródigo (cf. Lc 15, 11-32). Esta peregrinación afecta
a lo íntimo de la persona, prolongándose después a la comunidad creyente para
alcanzar a la humanidad entera” (n. 49). A los que visitamos en
nuestros cementerios ya hicieron esa peregrinación. Nosotros
la estamos realizando en estos momentos.
2º) Celebrando el sacramento de la penitencia.- Es decir, con una vida
que asume una versión nueva a través de la celebración del sacramento de la
penitencia. Si es que no podéis hacerlo en estos días, hacedlo en esta semana
próxima. El homenaje a nuestros seres queridos pasa por hacerlo
vestidos con las galas mejores y ellas son la gracia
de Dios y la acogida del amor incondicional de Dios para nosotros. ¡Qué
belleza tiene una oración delante de los nuestros, ofrecida y realizada
habiendo puesto la gracia del Señor en nuestra vida, es decir, ofrecida
desde una comunión plena con Jesucristo! Y allí rezando por los
vuestros decidle al Señor: “por ellos Señor y para ellos quiero alcanzar la
belleza de la vida que Tú has puesto en mí”.
3º) Tomando conciencia de que estamos juntos.- los
seres por quienes rezamos y nosotros, miembros de la Iglesia. De ese Pueblo fundado
por Jesucristo. Y esto no es cualquier cosa. El Señor nos hizo miembros de la
Iglesia, para que seamos sus testigos en este mundo, para que demos a conocer
su obra de salvación, para que sus obras se prolonguen a través de nosotros. En
el recuerdo de los nuestros, pensad en lo que nos dieron: su vida, su amor, su
fe, su fidelidad, su entrega, su generosidad. Lo mejor que somos y tenemos, ellos tuvieron parte en
esta obra que somos cada uno de
nosotros.
4º) Orad
sincera y profundamente por los difuntos.- No paséis por las
tumbas de los vuestros sin más. Ellos se merecen un recuerdo desde el valor
supremo, que es desde Dios mismo. Aquellos de nuestros
difuntos que se encuentran en la condición de purificación están unidos tanto a
los bienaventurados, que ya gozan plenamente de la vida eterna, como a
nosotros, que caminamos en este mundo hacia la casa del Padre (cf.
Catecismo de la Iglesia católica, n. 1032). Así como en la vida terrena los creyentes estamos
unidos entre sí en el único Cuerpo místico, así también después de la muerte
los que viven en estado de purificación experimentan la misma solidaridad
eclesial que actúa en la oración, en los sufragios y en la caridad de los demás
hermanos en la fe. La purificación se
realiza en el vínculo esencial que se crea entre quienes viven la vida del
tiempo presente y quienes ya gozan de la bienaventuranza eterna.
De una
carta Pastoral del Cardenal +D. Carlos Osoro.
lunes, 28 de octubre de 2024
OCTUBRE : ADORAR CON LOS ÁNGELES
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS
ADÓRENLO LOS ANGELES DE DIOS
“De esta Real Presencia sólo
hay un símbolo, uno solo, que le atestigua al alma fiel, y
que con ser inanimado parece que propaga el misterio de amor y de sacrificio
que allí custodia, bajo la guarda de los ángeles y a despecho de la ingratitud
de los hombres. Y este símbolo expresivo y modesto, humilde y
magnífico, hermoso y pequeño, inanimado y vivo a la vez,
resplandeciente, aunque apenas disipa las sombras de la oscura noche, ni vence
las tinieblas del templo, es una humilde luz que vive, arde y
oscila en un lugar fijo, y que afecta pasajeros eclipses para
reverberar mejor. Este símbolo, este signo, que es material
y casi tiene vida, es una lámpara que sostiene un vaso en
donde arde una pequeña mariposa” (Luis
de Trelles, La Luz, símbolo cristiano, FLT, Vigo, 2016 p.100-101).
Ciertamente es rico el
símbolo de la luz. Esa luz que oscila junto al sagrario nos
habla de la presencia eucarística, pero también los Santos Padres entendían que
cuando Dios “hizo la luz” se refiere a todas las criaturas espirituales, a los
ángeles. No es tan diferente, los ángeles y la lamparilla
siempre hacen lo mismo, adorar la presencia de Dios escondida en la Eucaristía.
Hoy somos invitados a adorar al Verbo con
los ángeles de Dios. Como la Iglesia nos invita en todos los prefacios de la
Misa, juntémonos a todos los coros angélicos para proclamar a Dios tres veces
santo y postrarnos en su presencia… De la Encarnación a la
Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada
de la adoración y del servicio de los ángeles. (CEC 333) En
su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces
santo; invoca su asistencia en el Canon romano o en la liturgia
de difuntos, o también en el "himno querúbico" de la liturgia
bizantina y celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (San Miguel, San Gabriel, San Rafael,
los Ángeles custodios…- CEC 335)… Nuestra misión es la misma
que la de los ángeles: adoración y servicio al Verbo encarnado. No
olvidemos que cuando Dios introdujo a su primogénito en la nueva tierra dijo
“Adórenlo todos los ángeles de Dios”. (Hb
1, 6). No olvidemos que Jesús nos dice que nuestro ángeles
“están siempre viendo el rostro de mi Padre” (Mt 18,10). Ellos nos cesan de adorar,
en esta noche nos invitan a adorar junto a ellos. Como
hicieran en aquella otra noche: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un
niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y de pronto se
juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que
alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios en las alturas y en
la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.” (Lc 2, 10-14).
Ángeles fueron los que
protegieron a Jesús durante su infancia, avisando a los Magos de
las intenciones de Herodes, advirtiendo a José para que huyera o anunciándole
que ya podía volver. (Cf
Mt 1, 20; 2, 13.19). Ojalá los ángeles nos ayuden a ser tan
fieles guardadores y custodios del cuerpo de Jesús.
Ángeles fueron los que se le acercaron a
Jesús después de las tentaciones del desierto.
Para reparar el “non Serviam” satánico que tiene incluso la desfachatez de
sugerir a Jesús que le adore a Él, los ángeles buenos por el contrario le
adoran y le sirven (Cf
Mc 1, 12; Mt 4, 11) Sólo a Dios adorarás ¿Seremos nosotros
ángeles de luz?... “Entonces, se le apareció un ángel venido del
cielo que le confortaba. Y sumido en agonía, insistía
más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de
sangre que caían en tierra.” (Cf
Lc 22, 43).
Que los adoradores nocturnos
podamos escuchar, como aquel ángel estas
hermosas palabras después de cada vigilia: “esta
noche habéis sido consuelo de Jesús en Getsemaní”… Pero
que no nos quedemos sólo en imitar a los ángeles adorando a Jesús ¡ya es mucho!
¡pero no es suficiente! Debemos imitar también a los ángeles
sirviéndolo, evangelizando, anunciando. Seamos luz, no
sólo para la gloria de Dios, sino también para todos nuestros hermanos que
esperan escuchar el mensaje de Jesús.
Como Gabriel a Zacarías y a María (cf Lc 2, 8-14),
como aquellos ángeles a la mujeres: “no está aquí ¡ha resucitado!” (cf Mc 16, 5-7).
Que podamos unir nuestras voces a aquellos ángeles que cantarán la segunda
venida de Cristo (cf. Mt, 24, 31)
Los santos nos animan a venerar y amar a los ángeles, para con ellos, venerar y amar a nuestro Creador: A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos. Estas palabras deben inspirarte una gran reverencia, deben infundirte una gran devoción y conferirte una gran confianza. Reverencia por la presencia de los ángeles, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Porque ellos están presentes junto a ti, y lo están para tu bien. Están presentes para protegerte, lo están en beneficio tuyo. Y, aunque lo están porque Dios les ha dado esta orden, no por ello debemos dejar de estarles agradecidos, pues que cumplen con tanto amor esta orden y nos ayudan en nuestras necesidades, que son tan grandes. Seamos, pues, devotos y agradecidos a unos guardianes tan eximios; correspondamos a su amor, honrémoslos cuanto podamos y según debemos. Sin embargo, no olvidemos que todo nuestro amor y honor ha de tener por objeto a aquel de quien procede todo, tanto para ellos como para nosotros. San Bernardo Abad, Sermón 12 sobre el salmo 90: 3,6-8 (Opera Omnia, ed. Cisterc, 4 [1966], 458-462)
Preguntas para el diálogo y la meditación.
■ ¿Le
he puesto nombre a mi ángel de la guarda?
■ ¿Le
pido que me ayude a adorar?
■ ¿Tengo
devoción a san Miguel, san Gabriel y san Rafael?